LOUISBURG, Carolina del Norte, EEUU (AP).- Jésica Santillán, la adolescente mexicana muerta a raíz de un transplante mal hecho de corazón y pulmón, fue enterrada el martes en un cementerio rural, mientras continúa el encarnizado debate ético sobre su tratamiento.
El pequeño ataúd blanco con los restos de la niña de 17 años fue introducido en un nicho, cerrado con una losa de granito rosado. Sus padres y un centenar de personas más asistieron al entierro en el pequeño cementerio de las afueras de Louisburg en una jornada primaveral y soleada.
La semana pasada, un vocero de la familia dijo que Jésica sería enterrada en Estados Unidos porque sus padres, inmigrantes ilegales, temían que se les vedara el reingreso al país si la enterraban en su México natal.
En el funeral, Nita Mahoney, esposa del hombre que creó una fundación de caridad en nombre de Jésica, pareció aludir a la polémica sobre si la niña debió haber sido incluida en la larga lista de pacientes que necesitaban el transplante con suma urgencia.
"El amor no tiene colores, cruza todos los ríos y naciones", dijo Mahoney. "Lo único que queríamos hacer era ayudar a un niño. Y lo haremos en nombre de Jésica".
Los críticos han dicho que los ciudadanos estadounidenses deben gozar de prioridad para los transplantes. Pero los defensores dicen que es justo donar órganos a extranjeros, así como extranjeros donan órganos a pacientes estadounidenses.
En una operación realizada el 7 de febrero, Jésica recibió por error dos órganos incompatibles, que su organismo rechazó. Se le realizó un segundo transplante dos semanas después, pero era tarde y falleció el 22 de febrero en el centro médico de la Universidad Duke.
Algunos han preguntado si fue justo realizar el segundo transplante o si esos órganos hubieran podido salvar a otro paciente. También se han preguntado por qué una inmigrante ilegal recibió atención médica de semejante complejidad.
Ron Woodard, presidente de un grupo llamado N.C. Listen que promueve las limitaciones a la inmigración, dijo que la situación de Jésica era trágica.
"Pero si yo estuviera en la lista de espera, seguramente me hubiera preguntado por qué daban órganos a una persona que se encontraba aquí ilegalmente", añadió.
Autoridades de hospitalarias dijeron que tienen el poder de decisión para incluir a extranjeros, incluidos los inmigrantes ilegales, en las listas nacionales de espera de transplantes. Y el organismo nacional que supervisa la distribución de los órganos permite que hasta el 5% por ciento de los pacientes sean de otros países.
"Uno de los criterios es que parece hipócrita aceptar donantes que no sean ciudadanos estadounidenses, pero no permitir que reciban órganos", dijo el vocero del organismo, Joel Newman.
Otro factor importante es la capacidad de pago. El gobierno federal paga algunos servicios médicos de emergencia, pero no cubre a los inmigrantes ilegales que carecen de medios.
El caso de Jésica era inusual porque tenía seguro médico, gracias al trabajo de su madre en la universidad de Louisburg. Mack Mahoney, un amigo de la familia, dijo que el seguro pagará el 80% y una fundación que creó para ayudar a los Santillán cubrirá el resto.