La mayor parte del mundo celebra en estos días el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. La Navidad es tal vez la fecha más importante en el mundo cristiano, la fecha de la natividad, en la que se cumplen las Sagradas Escrituras, el ?Verbo? hecho carne y que habita finalmente entre nosotros.
Jesús tiene su alumbramiento en un humilde pesebre, el Mesías prometido hablado tanto por los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel; quienes lo gritaron, lo cantaron y lo predicaron con múltiples vicisitudes para mantener la fidelidad del pueblo hacia Dios, y retirarlo del pecado y la idolatría.
Ha llegado por fin el Salvador. Las profecías se cumplen y los Reyes del Oriente acuden para rendirle tributo y adorarlo. La lectura del cielo les había indicado que en Belén nacería el Rey de Reyes y era muy importante acompañar aquella criatura de cuyo nacimiento les habían hablado los astros.
Un grupo de pastores tiene el privilegio de ser avisados, y corren, al principio incrédulos, y después asombrados ante el magnífico evento del que son testigos, ante aquel pequeñito verdaderamente divino. Cuantos años, cuantas guerras, cuanto sufrimiento del pueblo elegido para llegar a este momento culmen en la historia, no sólo para los cristianos, sino para toda la humanidad.
Con que paciencia se dio esa espera, generación tras generación, para que el tiempo prometido por el Padre se cumpliera. Al fin nace Jesús, sin ser aceptado por los propios e incluso perseguido. Los reyes terrenos no aceptan competencia en sus dominios y envían soldados para acosarlo. Así nace en las condiciones más humildes.
En tránsito hacia una ciudad que no era la suya, aceptados como pareja a dormir en un pajar y calentados únicamente por el poco ropaje de una madre amorosa y las pieles de un padre carpintero, María y José llevaban consigo el orgullo inmenso de ser los padres de Dios. Pero también conocían el destino de la vida de su hijo y sabían que finalmente daría la vida por sus hermanos en las condiciones más crueles de la humanidad, ultrajado, azotado, vilipendiado y finalmente crucificado, únicamente por nuestra salvación.
Pero el momento de la Navidad ha quedado para todo el mundo, desde hace muchísimos años, como un momento de gran alegría, de convivencia entre hermanos, de buenos propósitos y sobre todo de algo muy bello y sobrenatural que ocurrió sobre la faz de la tierra, con los mejores augurios para toda la creación.
El cristianismo, religión basada en este gran Hombre y Dios, como creencia se ha mantenido fuertemente en la humanidad. Es la religión en estos tiempos preponderante en nuestro planeta. En ella están contenidas las diversas acepciones o cismas que ha tenido la iglesia en el trascurso de la historia, forjada por humanos con sus grandes aciertos, pero también con sus errores que se han reconocido, y de los cuales se ha pedido perdón y expiado; y de manera especial lo ha hecho la autoridad del Obispo de Roma, para nosotros los católicos el Santo Padre.
Esta fecha únicamente compite en el calendario cristiano con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, como culminación de su venida para la redención de los hombres; y es objeto de otra gran celebración que es la Resurrección, como evento ?de facto?, en cuerpo y alma gloriosos, y además como símbolo para todos aquellos que deseen seguirlo.
Terminaré tomando el mensaje de los Ángeles, que avisan a los pastores sobre la venida del Mesías; y que es un reconocimiento a todas aquellas personas que realizan acciones de buena voluntad y en ayuda del prójimo: ?Os ha nacido el Salvador, Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad?.
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