Según de todos es sabido, el que con lobos anda a aullar se enseña.
Pues bien: supe de un hombre que con lobos anduvo y no se enseñó a aullar.
Los lobos se preocuparon mucho, claro. ¿Estaban fallando acaso sus sistemas de enseñanza? ¿Por qué aquel hombre no había aprendido a aullar? Convocaron a una junta urgente a fin de revisar sus métodos educativos. No encontraron en ellos nada irregular.
Desde ese día los lobos se ven abatidos y llenos de preocupación. A nadie admiten ya entre ellos por temor a que no aprenda a aullar y su pedagogía sufra nuevo desprestigio. ¡Pobres lobos! No tienen la culpa ellos, sino el hombre que con ellos anduvo y no aprendió a aullar. Jamás ha aprendido nada ese individuo. En su dura cabeza no entra el hacha.
Aprendamos nosotros lo que ignoran los lobos: no siempre el que con lobos anda a aullar se enseña. Y no siempre nosotros tenemos la culpa de lo que hacen o no hacen los demás.
¡Hasta mañana!...