Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Si pudiéramos escuchar las voces de las tumbas esto es lo que oiríamos:
"... Supe vivir mi vida. Supe también morir mi muerte. Y porque siempre supe que nadie iba a morir mi muerte no dejé nunca que nadie me viviera la vida. Desde aquí veo los árboles cargados de sus frutos. ¿Llora el fruto cuando se va del árbol? No: con la oculta sabiduría de las cosas sabe que lleva dentro de sí semilla para una nueva vida de árboles y frutos. En la misma manera tampoco lloré yo cuando la vida me desprendió del árbol. Sabía también que palpitaba en mí la semilla de otra vida que empezó con mi muerte...''.
¡Cuántas tumbas hay en el cementerio de Ábrego, y cuánta vida hay en ellas!
¡Hasta mañana!...