Hay una flor que no conoce nadie.
Una sola en el mundo queda de su especie, nada más. Las otras las mató el hombre: los hombres somos diestros en eso de asesinar flores. Nació esta flor de una semilla llevada por el viento a lo más alto de una alta cumbre a donde nadie llega.
Yo no he visto esa flor, naturalmente. Pero la he presentido. Y presentir algo es casi ya saberlo. La miro, solitaria y hermosa, estrella en la mitad del cielo y de la tierra. Es la vida, fuerte como una mujer, y eterna también, como ella, y vencedora.
Cuidemos esa flor en nuestro pensamiento; cuidémosla igualmente en nuestro corazón. Si así hacemos nada podrán contra ella los mensajeros de la muerte.
¡Hasta mañana!...