Viaja conmigo siempre un inquietante compañero: el azar.
Nunca he sabido qué debo esperar de él. Un día hizo que me asomara por la ventana de mi oficina. Abajo iba pasando una muchacha. La seguí, le hablé y poco tiempo después me casé con ella. En otra ocasión el azar hizo que un autobús y mi automóvil se toparan en una esquina de Monterrey. El azaroso encuentro costó 15 mil pesos.
He tratado de hacer que el azar se aparte de mi lado. Una vez le dije para ahuyentarlo: "-Dos y dos son cuatro”. Se rió el azar. Le espeté en otra ocasión: "-Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”. El azar no hizo caso. Cierta noche le recité los silogismos: barbara, celarent, darii, ferio. Se burló de mí. Desesperado, un día le expuse la doctrina de la predestinación según Orígenes y Tertuliano. Por poco el azar se ahoga en carcajadas.
He terminado por aceptar al azar y por darle en mi vida un lugar de importancia. Compañero inquietante es él, en efecto, pero también es compañero interesante.
¡Hasta mañana!...