Dulce río es el Miño. Es río gallego, y todo lo de Galicia es dulce. Llega el viajero a Tuy, antigua ciudad del medioevo a la orilla de aquella mansa corriente de río bueno. Las callejas de Tuy son breves y torcidas; su catedral es grande y alta como el ideal de aquella edad.
Frente a Tuy, no muy lejos, está Valenca do Minho, portuguesa. Si desde Valenca se ve Tuy, ¡qué maravilla! Si desde Tuy se ve Valenca, ¡qué prodigio! Las dos ciudades son encantadoras, y la vista de una a la otra es deleitosa: suele decir la gente que lo mejor de Tuy es Valenca y lo mejor de Valenca, Tuy.
Desde una colina el viajero mira el paisaje y se diluye en él. Así fuera su vida: clara como ese claro cielo; fecundo como la tierra verdecida; serena como aquel río que sin ningún sobresalto va hacia el mar, donde todos los ríos mueren, donde todos los ríos nacen otra vez.
¡Hasta mañana!...