Iba la lechera con su cántaro. Vendería la leche, se decía; con el dinero compraría una buena cantidad de huevos; los huevos le darían pollos; los vendería y compraría una ternera; la ternera se volvería vaca; con ella formaría un hato que vendería para comprarse una casa. Ya dueña de una casa no le sería difícil encontrar marido.
Todo eso iba pensando la lechera cuando de pronto tropezó y cayó. Se rompió el cántaro. ¡Adiós leche, huevos, pollos, ternera, casa, esposo!
Pero en eso pasó un fabulista y dijo a la lechera que escribiría una fábula acerca de su caso. La lechera le dijo que podría escribirla si le pagaba por adelantado las regalías correspondientes. El fabulista le dio una cantidad. Con el dinero la lechera se compró los huevos que luego le dieron pollos que luego le permitieron comprar una ternera que luego le dio un hato con cuya venta pudo comprar casa y encontrar marido.
La moraleja es ésta: si tus sueños no se cumplen de un modo busca cumplirlos de otro.
¡Hasta mañana!...