Tuve en el aeropuerto de Monterrey un grato encuentro: unas amables damas me presentaron a Anamaría Rabatté.
Después de manifestarle mi admiración y afecto le dije que estoy dispuesto a cambiarle todo lo que he escrito por una sola frase suya: “En vida, hermano, en vida”. Porque sucede que esa frase ya pertenece al habla popular, y por lo tanto tiene garantía de inmortalidad, de esa inmortalidad que sólo el pueblo puede dar. ¿Podría usted repetir alguna frase de Octavio Paz? Probablemente no. En cambio mucha gente repite cada día aquella frase de Anamaría Rabatté, y otras generaciones la seguirán diciendo igual que se dicen los refranes y proverbios pertenecientes a la tradición común.
“En vida, hermano, en vida”... Cinco palabras solamente. Pero que bastan, por su verdad y sencillez, para dar a su autora el don precioso de la eternidad.
¡Hasta mañana!...