Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Una vez el mundo se cubrió de rezanderos profesionales.
Ni siquiera al principio fueron gratos al Señor, que se aburría con sus incesantes melopeas, su cantilena inacabable que parecía bordoneo de moscas. Y todo para sacar dinero a los demás, como hacen los fariseos. ¡Ah, cómo hubiera preferido Dios que hicieran aquellos hombres al menos una obra buena en Su nombre!
Desesperado, dijo entonces el Señor:
-Voy a crear a lo ateos.
-¿A los ateos? -se sorprendió el Espíritu-. Ésos no creerán en nosotros.
-Es cierto -contestó el Señor-. Pero tampoco nos van a molestar tanto.
¡Hasta mañana!...