El incrédulo le pidió a San Virila algún milagro para poder creer.
San Virila hizo un movimiento con su mano y al incrédulo se le cayeron los pantalones. Toda la gente se rio de él.
-Ése no es un milagro -dijo mohíno el hombre al tiempo que se levantaba los pantalones.
-¿Ah no? -sonrió el santo-. ¿Qué es un milagro?
Contestó el hombre, atufado:
-Milagro es, por ejemplo, mover una montaña.
Le replicó Virila:
-No hay diferencia alguna entre mover milagrosamente una montaña y mover milagrosamente un pantalón. Milagros son milagros. Si no quieres de unos no pidas de otros.
¡Hasta mañana!...