Con mucho afecto recuerdo yo a don Jesús María Dávila, católico, apostólico, romano y sinarquista.
En las ingratas épocas en que las cosas de la Iglesia y el Estado eran motivo de pugnas y conflictos se le ocurrió en Saltillo a alguien, un Sábado de Gloria, colgar en la esquina de General Cepeda y Juárez un monigote en figura de cura, con sotana y todo, para tronarlo con estrépito de cohetes como Judas.
Eso incendió la sangre de Pedro el Ermitaño que llevaba don Chuzma en sus arterias.
Enganchó un carro de mulas y lo llevó a todo correr por la calle de Juárez.
Cuando llegó a la esquina se irguió en el pescante de su carro y abrazándose del monigote lo arrebató y se lo llevó como botín de guerra bien ganada entre los vítores de los creyentes.
Pasaron esos tiempos de estériles pugnas. Ojalá no vuelvan.