Yo digo que Dios estaba enamorado el día en que creó la jacaranda.
Si no, permítanme entonces proponer una insigne locura teologal: a lo mejor el día menos pensado nos enteramos de que Dios es mujer. (Así se explicarían las fierezas y caprichos narrados en el Antiguo Testamento). Cuando eso suceda yo miraré los ojos de Diosita. Estoy seguro de que los ojos divinales tendrán el color que tiene la flor de jacaranda.
Jacaranda, flor de prodigio pintada con la a: tú pones un trasunto de mar en mi jardín, o un cielo más cielo que el de arriba. El sólo verte da nostalgia. Árbol en art nouveau, languidecido: tu color vive en ti, porque fuera de ti no puede ser. Si acaso existirá en el callado corazón de una muchacha cuyo amor va con ella, nunca dicho, y silencioso -como ella- morirá.
¡Hasta mañana!...