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MIRADOR

Por Armando Fuentes Aguirre

Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. En ella están los restos de don Amador. La gente decía de él que no dormía nunca, pues trabajaba de sol a sol su huerto y se pasaba la noche entera en sus lecturas. La luz de su lámpara ardía hasta el amanecer.

Sobre la tumba de don Amador se leen dos palabras: "Vivió. Murió". El propio don Amador redactó ese lacónico epitafio. Ahora, cuando la noche es más de noche y no hay ninguna luz, dice don Amador desde su tumba:

"Es cierto mi epitafio. 'Vivió. Murió'. Igual puede decirse de cualquier hombre, sea lo que haya sido él entre las dos palabras. Pero ahora conozco la verdad. Y esa verdad la puedo declarar con otras dos palabras: "Murió. Vivió". Tengo otra vida ahora que con la muerte comenzó. Nacer es empezar a morir, y morir es un nuevo nacimiento. Nacer. Morir. Dos palabras para escribirse en círculo...".

Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Y hay una cuna en el caserío de Ábrego.

¡Hasta mañana!...

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