Este niño se llama José Pablo y es mi nieto. No cumple aún dos años pero en sus ojos lacustres cabe el universo. Él ve la flor, el gato y las ardillas; observa con atención el vuelo de los pájaros, y por las noches mira la silenciosa rueda de la luna.
José Pablo llama a las cosas por su nombre. Cuando vamos por el jardín parece recitar una inventada lotería: "... El perro... La pelota... El caracol...". Y también pone nombres José Pablo, igual que hacía Adán. Al pececito rojo llamó Winny...
Murió el pececito rojo. ¿Por qué mueren los pececitos rojos? Su mamá le dijo a José Pablo que el pececito se había ido al cielo. Fue a la ventana José Pablo, alzó la vista y se puso a buscar entre las nubes. Luego, con sonrisa de luz, dijo feliz: "¡Hola, Winny!".
Ven acá, José Pablo, con tu abuelo. Enséñale a ver el mundo y sus misterios. Él no tiene la sabiduría de los poetas y los niños. Los niños son poetas, los poetas son niños, y pueden ver entonces los pececitos rojos que navegan por el cielo azul.
¡Hasta mañana!...