Preguntó Hu-Ssong a uno de sus discípulos:
-¿Podrías prescindir de tu manto?
-Sí, maestro -respondió el discípulo.
-Bien -le dijo Hu-Ssong-. Entonces tienes un manto. Y dime: ¿podrías prescindir de tus sandalias?
-Sí, maestro -contestó el discípulo-. Podría prescindir de ellas.
-Bien -dijo Hu-Ssong-. Entonces tienes unas sandalias. Ahora dime: ¿podrías prescindir de tu anillo de oro con amatistas y brillantes?
El discípulo se conturbó. Echó una larga mirada a la preciosa joya.
-No, maestro -replicó apenado-. De mi anillo no podría prescindir.
-Entonces no tienes un anillo -sentenció Hu-Ssong-. El anillo te tiene a ti.
¡Hasta mañana!...