Dijo aquel hombre a San Virila:
-No creo en Dios.
-No importa eso -le respondió con una sonrisa San Virila-. Dios sí cree en ti.
Insistió el hombre:
-No creo en el Dios inventado por los profesionales de la religión. No creo en el Dios cuyo trabajo es castigar. No creo en el Dios que se goza con el temor de los humanos, ni en aquél que les envía sufrimientos para probar si en verdad creen en Él. No creo en el Dios de los que se irritan cuando alguien sonríe y es feliz.
-¿Entonces en qué crees? -preguntó al hombre San Virila.
Y el hombre contestó:
-Creo en el Amor. Creo en la Vida.
-¡Ah, vaya! -suspiró el santo con alivio-. ¡Ya estaba yo pensando que de veras no creías en Dios!
¡Hasta mañana!...