López Velarde habló de "el santo olor de la panadería". Ayer me salió al paso otro santísimo olor: el de la carpintería.
Olor muy santo, sí, éste de las maderas aserradas. San José era carpintero, y carpintero también Nuestro Señor. Muy cerca de la casa que fue de mis abuelos se puso una carpintería. Yo voy por la empinada calle, paso frente a la abierta ventana del taller y percibo el mismo aroma que en mi niñez sentí, aquel de la carpintería de don Cuco, que visitábamos en tiempos colegiales a fin de recibir de su mano el prodigioso don de una viruta ensortijada.
Si yo conociera el arte de vivir me haría artesano. Por desgracia mis manos son inútiles: no brota de ellas el milagro del pan o de la silla. Pero aspiro el aroma carpintero y se me llena el alma. Y digo que es santo este olor, como el de la panadería. Y digo también que el buen Dios debe gozar más este perfume que el del incienso que sube a Él desde el altar.
¡Hasta mañana!...