La vida nos da regalos de repente. Ayer recibí uno.
José Rafael Pelayo vive en Autlán, Jalisco. Es operador de autobuses. Manejando uno vino a mi ciudad para traer a los invitados a una fiesta de 15 años. Pepe me lee en el periódico "Mural", y alguien le dijo que yo vivo en Saltillo. Cuando llegó se dirigió a la Plaza de Armas, y al primer saltillense que vio le preguntó si me conocía.
-Lo conozco desde antes de que naciera -le contestó el señor-. Soy su hermano.
¡Qué maravilla! ¡Era Jorge, mi hermano mayor y queridísimo! Le dio a Pepe mi dirección y mi teléfono; me habló él; nos tomamos una taza de café y platicamos largamente de su trabajo y del mío. Ya tengo un amigo nuevo allá en Jalisco; ya tiene Pepe un nuevo amigo acá en Saltillo.
Cada día nos sucede un milagro. Que no lo sepamos ver es otra cosa. El día mismo que se nos da para vivir es un milagro. Deberíamos agradecer tantos prodigios haciendo de nuestra vida un permanente Magnificat como el que recitó la Virgen: "Mi alma glorifica al Señor...".
¡Hasta mañana!...