El Padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.
-Señor -le preguntó-. ¿Dónde está Dios?
-¿Qué has oído decir acerca de eso? -le preguntó a su vez Jesús.
-Bueno -vaciló el Padre Soárez-. En el catecismo de Ripalda aprendí que Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar.
-Y es cierto eso -reconoció el Señor-. En todas las cosas y en todas las criaturas está Dios. Pero mejor habría sido que aquel buen catequista hubiese añadido que Dios está en cada hombre. En ti y en tus hermanos mi Padre tiene su palacio, el Espíritu su templo y Yo mi casa. Por eso el mal que se hace a cualquier ser humano, es una falta contra Dios. En la liturgia de la Iglesia hay cosas sagradas hechas por los hombres. En la liturgia de la vida el hombre es cosa sagrada hecha por Dios.
El Padre Soárez oyó aquello y se sintió más plenamente humano, más digno hombre, pues era palacio, templo y casa de Dios sobre la tierra.
¡Hasta mañana!...