Los discípulos de Hu-Ssong tenían una conversación. Se preguntaban qué fruta le gustaba más a cada uno.
-A mí el durazno -declaró el más joven-. Su forma me recuerda un busto femenino que adoré.
-A mí las fresas -dijo otro-. Son dulces y efímeras como el amor.
-Yo -manifestó un tercero-, gozo las guayabas. Al morder una siento que muerdo el aroma de la selva.
Fueron entonces los discípulos y preguntaron curiosos a Hu-Ssong:
-Maestro, de todas las frutas, ¿cuál te gusta más?
Y respondió Hu-Ssong:
-La que estoy comiendo en este instante.