Este era un cuervo que traía un queso redondo, grande y blanco.
Lo vio una zorra y le dijo:
-He oído decir, cuervo, que tu canto es el más bello entro todos los de las aves. ¿Me dejas escuchar-lo?
El cuervo, halagado en su vanidad por aquellas palabras, abrió el pico para cantar. El queso cayó a los pies de la zorra, que lo recogió y con mucha cortesía lo devolvió al cuervo.
Un hombre que pasaba vio aquello, y dirigiéndose a la zorra le dijo con asombro:
-Tenía yo una idea muy diferente de las zorras.
-No todas las zorras son iguales -dijo ella con voz en la que había un dejo de desprecio-. Pero todos los fabulistas sí lo son.
¡Hasta mañana!...