Jean Cusset, ateo con excepción de cuando sufre, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre-, y continuó:
-El persa Manes, que vivió en el siglo tercero de nuestra era, inventó la doctrina de su nombre, maniqueísmo, según la cual la materia es el mal y el espíritu es el bien, y nunca podrán reconciliarse.
-Hace mucho tiempo -siguió diciendo Jean Cusset- murió Manes, crucificado, como Cristo. Y sin embargo hemos seguido viviendo aún ese maniqueísmo. Todavía hay quienes piensan que todas las cosas del cuerpo, como el sexo, son malas, y buenas todas las del alma. Pero en el fondo -o en lo Alto- espíritu y materia son la misma cosa. Y acá, en nosotros, el cuerpo y el alma se implican uno al otro.
En eso pasó junto a Cusset una mujer hermosa.
-¡Qué cuerpo, mi alma! -exclamó el filósofo con admiración.
Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...