Oí unas voces apagadas, pero no pude ver de dónde provenían.
-Acá estamos -me dijeron las voces.
Esforcé la vista y miré entonces unas figuras vagarosas, difusas formas que no tenían ninguna concreción, sombras de nada, fantasmas de fantasmas, espectros de lo inexistente.
-Somos las buenas intenciones -se presentaron las sombras al tiempo que se iban diluyendo o cambiando de traza como nubes-. Diga por favor a sus lectores que en la aritmética del bien somos el cero, y que la más pequeña acción de bondad vale mil veces más que la más grande y magnífica de las buenas intenciones.
Prometí trasmitir ese mensaje, y ellas se fueron sin dejar nada tras de sí más que la misma nada de que estaban hechas. Entonces aprendí que el hombre que tiene buenas intenciones y no las vuelve realidad es un pastor de niebla, un mayoral de espectros, un apacentador de sombras.
¡Hasta mañana!...