Puso primero la veleta. El gallo quedó prendido en el vacío, girando a todas partes con el viento.
De la veleta colgó luego el techo, de dos aguas, para que por él resbalaran todas las aguas de todas las lluvias.
Después fue bajando las paredes: puso una hilada de ladrillo abajo de otra hasta llegar al suelo.
Una vez que hubo concluido las paredes, cavó los cimientos. Con eso terminó de hacer la casa.
Y vino a suceder que la casa se vino abajo.
El hombre estuvo pensativo por un rato y luego dijo:
-Seguramente la veleta no estaba bien puesta.
¡Hasta mañana!