Las hojas de los nogales han empezado a amarillear. Con su color nos dicen que se va el verano y que el otoño viene. El cielo, antes azul, se ha vuelto gris. Está cercano ya el cordonazo de San Francisco, súbita ráfaga de días invernizos llegados con octubre.
La neblina se enreda en las ramas de los árboles, y al espesarse se convierte en cuervo. Inmóvil igual que un jeroglífico, el oscuro pájaro grazna de repente, y su graznido aumenta la soledad del día.
También tiene neblina el corazón, y su latido suena como la gota de una monótona gotera. Siento nostalgia del sol; extraño la claridad de la mañana. Pero el sol ahí está, aunque yo no lo vea, y otras mañanas con luz vendrán después aunque yo ya no esté para mirarlas.
Es la vida. La vida que se va...
Es la vida. La vida que viene.
¡Hasta mañana!...