Me habría gustado conocer a Santa Hildegarda de Bingen. Mujer en un mundo de hombres, hizo lo que cien hombres no habrían podido hacer. Fue poeta -es decir, fue profeta-, pero supo también de filosofías, alcanzó alturas de notable teóloga y practicó la medicina.
Lo que más le gustaba, sin embargo, era la música. Solía decir que la música es el recuerdo de la armonía original que Lucifer, el ángel malo, destruyó. Cuando escuchamos buena música, explicaba, tenemos la intuición de aquella obra perfecta que era el mundo antes de que en él hubiera mal.
Me habría gustado conocer a Hildegarda. Sabía que la música es un don que Dios hizo a los hombres para que tengan un recuerdo del paraíso donde vivieron antes, y una anticipación del paraíso donde vivirán después.
¡Hasta mañana!...