Me porto bien por algún tiempo. No mucho; unas semanas. Y Diosito me premia con unos días en Veracruz.
Fui a Xalapa a presentar un bello libro. Lo escribió una mujer de hermoso corazón: Gloria Friscione. Ser amigo de Gloria es una gloria. Te regala su ser de niña, su oculta timidez, sus ojos de corza en permanente asombro ante la vida.
Está nimbada Gloria por una gloriosa corte celestial, marina y terrenal: su esposo y sus hijos; sus adorables amigas; sus hermanas y hermanos, todos dueños, como ella, de altas locuras que los llevan a descender como las golondrinas a pozos de 400 metros de hondo, o a bucear para hacer una película sobre el mar y sus pescaditos, o a recoger a las creaturas de Dios dañadas por los hombres, o a dirigir una galería de arte...
Gloria emprendió una de esas quiméricas aventuras. Fue a la India, y se enamoró a primerísima vista de ese misterio que para explicarse requirió 300 mil 300 dioses. De ese viaje trajo Gloria un sari y un libro de recuerdos. Vestida con ese sari nos ofreció su libro, y fue como un regalo de prodigios. Gracias, Gloria, por ser Gloria. Gracias por ser amiga. Gracias, en fin, por ser.
¡Hasta mañana!...