Muy cerca del Potrero nace un río. Cada vez que puedo voy a su fuente -cada vez que puedo voy a mis fuentes- y veo al párvulo río cuando es apenas un arroyo que luego se convierte en sonoro caudal de aguas plateadas.
Me acerco descalzo a la orilla. El agua del río que moja mi pie no es el agua del río que moja mi pie. Esto lo dijo Heráclito, y es cierto. Sin embargo más cierto aún es que el hombre cuyo pie moja el agua del río no es el hombre cuyo pie moja el agua del río. Pasa el río con premura, pero con más premura voy pasando yo.
No obstante, aunque vayamos de paso el río es el río y yo soy yo. Somos aquí y ahora. Estamos en esto que es la vida. El río fecunda la tierra; a su paso crecen las plantas y los árboles. Ojalá mi paso sea fecundo también. Algo queda del río, aunque se vaya. Que algo quede de mí cuando me vaya yo.
¡Hasta mañana!...