Milo, el loquito del pueblo, visitó el pasado domingo a la señora que vive frente a la plaza del lugar. No quiere a nadie esa mujer: no ama a un hombre, a un niño o a un animal. Vive sola y su alma. Sola, más bien, pues su alma aridecida es parte de su soledad.
Milo fue luego a ver a la familia que habita en la gran casa donde termina la calle principal. No son una familia: son hombres y mujeres que llevan la misma sangre y viven en el mismo sitio pero que nunca se dicen una palabra cariñosa ni tienen entre sí un solo gesto de bondad.
Después fue Milo a donde estaba el rico del pueblo: con excepción de sí mismo ese hombre es dueño de todo lo demás.
Le preguntaron ayer a Milo por qué había ido a visitar a toda esa gente a la que nunca ve. Y Milo respondió:
-¿No era ese domingo el Día de Muertos?
¡Hasta mañana!...