El rey Rodrigo vio a Florinda cuando bañaba su cuerpo de luz en una fuente, y se prendó de ella en modo tan desordenado que por la fuerza la rindió a su voluntad. En venganza el padre de la muchacha, don Julián, entregó Ceuta a los árabes, que así pudieron entrar en España y conquistarla.
Vencido en Guadalete, Rodrigo buscó asilo junto a un anacoreta. El ermitaño le impuso una dura penitencia: debía bajar a un pozo lleno de víboras. Las sierpes empezaron a devorarlo "por do más pecado había". Aun así, atormentado por sufrimientos de espíritu y de cuerpo, Rodrigo no pensaba en sus dolores, ni en su perdido reino, y ni siquiera se cuidaba de la futura salvación de su alma. Su corazón estaba en el recuerdo de aquella hermosísima visión, la de Florinda bañando su cuerpo de luz en una fuente.
¡Hasta mañana!...