Murmurábamos y mal decíamos de nuestros maestros.
Éste no se vestía bien. Aquél llegaba con un sospechoso tufillo a alcohol. El otro se la pasaba haciendo recuerdos de sus años mozos. La profesora tal sólo sabía reprender. El de más allá dictaba y dictaba siempre...
Y sin embargo algo recibimos de aquellos profesores.
El que no se vestía bien era lector voraz, y nos hizo ser amigos de los libros. El que trascendía a vino dijo una vez la hermosa frase que apuntamos y que nunca se nos fue ya de la memoria. El que hablaba de sus mocedades nos enseñó el valor de los recuerdos y la suave tristeza que hay en la nostalgia. La maestra regañona nos entregó un consejo en cada reprensión. El gran dictador nos reveló el ritmo y la cadencia que tienen las palabras.
Yo lo digo siempre sin ambages: algo hay en mí de mis maestros. Ahora que ya no los tengo me gustaría haberlos criticado un poco menos y haberlos escuchado un poco más.
¡Hasta mañana!...