Llega el viajero a Asís, en la alta Italia. El viajero ama la poesía. Por eso ama a San Francisco; por eso ciñe su alma con el cordón terciario.
En Asís visita el viajero un Nacimiento franciscano. Fue el Poverello quien inventó los belenes, esos pequeños teatros donde se representa el prodigio de Belén. Sólo un poeta pudo imaginar un modo así de revivir la Navidad.
Otro peregrinaje hace el viajero. Regresa a sus memorias de niñez. Frente del Nacimiento reza la abuela su rosario de gozosos misterios y misteriosos goces. La familia responde la letanía. Estalla de pronto el regocijo: la abuela, que tiene hijos maestros, en vez de decir: "Reina de los confesores” ha dicho: "Reina de los profesores”.
Lejos en la distancia se halla Asís. De un tiempo muy lejano es el recuerdo. Y sin embargo está muy cerca la memoria de aquellos Nacimientos. Jamás se alejará. Por mucho que viaje no puede el hombre alejarse de sí mismo.
¡Hasta mañana!...