L U N E S
Serán efectos retrasados de un espíritu de Navidad, al fin y al cabo no tan lejanos, pues los juguetes que Santa dejó a los niños todavía no han sido del todo destrozados; serán efectos de esos nuevos propósitos de cambio que algunos que tienen con qué, se han hecho en estos días, ahí está Bill Gates el primero, y ahora la super modelo brasileña Giselle Bundchen que, sumándose a “la lucha del gobierno de Luiz Inacio Lula Silva contra el hambre” en Brasil, acaba de donar 150,000 dólares. El cheque por esa cantidad se lo acababan de pagar por su participación en un evento de una empresa de telefonía celular.
Este tipo de generosidad es, en ocasiones, un impulso incontrolable.
No en el caso de Gates, millonario al fin y frío en sus actos; pero, sí en artistas como Giselle. De todas maneras el donativo fue hecho y el ejemplo allí ha quedado.
Si bien el 50 por ciento de nuestros compatriotas, según censo del año pasado, no tiene en que caerse muertos o poco menos, dentro del otro 50 seguramente hay de todo, y no faltarán unos cuantos Cresos que, toda proporción guardada, pudieran tener gestos que aliviarían un poco la necesidad de los que nada tienen. Pero, al menos hasta el momento, sus voces no se oyen y sus gestos no se ven. Como les gritaría la “güera” de las semillas: ¡Piedras!
M A R T E S
Enero y febrero, desviejadero, dice el viejo refrán. Aforismo cuyo cumplimiento se facilita con la falta de medicinas en el Seguro Social.
Y no sólo con los viejos, todo mundo está propenso a la muerte si se descuida cualquier enfermedad; descuidados hasta los más leves resfríos se vuelven mortales. Las medicinas, pues, son necesarias para cuidarse. Pero resulta que últimamente los derechohabientes del Seguro Social no pueden protegerse a tiempo, por la sencilla razón de que al Seguro le faltan medicinas con que surtir las medicinas recomendadas por sus propios médicos. Y por falta de ellas en este febrero más de uno va a tener que confirmar, se quiera o no se quiera, lo cierto del refrán.
Y lo peor es que no están expuestos a ello sólo los viejos, las otras edades también.
¿Que pueden hacer los enfermos, o los parientes de los enfermos sino protestar? Si así lo hubieran hecho desde hace setenta años por las diversas fallas, es posible que no se hubiera llegado a este extremo.
Pero, es cierto, hace setenta años no se estaba preparado para elevar la voz, sólo para aguantar. Claro, protestar no va a hacer el milagro de que lleguen de inmediato las medicinas que faltan, pero, acaso hagan que quienes aquí están al frente de él protesten más arriba, sin dejarse convencer de que se está así por los constantes saqueos durante setenta años. No se puede aceptar la enfermedad y menos la muerte por lo que pasó durante setenta años que son pasado, sino por lo que hoy se haga. Y lo que sea hay que hacerlo protestando con los de más arriba, siempre con los de más arriba.
M I É R C O L E S
Las dos noticias aparecen en la misma página, una al lado de la otra.
La que se refiere a los gastos electorales habla de que será de cinco mil setecientos ochenta y nueve millones de pesos el presupuesto operativo del Instituto Federal Electoral; la otra se refiere a don Julián Ramos Talavera, de 99 años “único sobreviviente de los originales 57 ejidatarios de Nuevo Graseros, Durango, a los que el gobierno expropió sus tierras para la construcción de la presa Francisco Zarco”.
Por supuesto, algo les ofrecieron por ellas, pero el comprador era el gobierno de hace más de treinta años (como si hubiera sido el de hora, en este aspecto, todos los gobiernos son iguales: compran barato, y si a los dueños no les conviene el precio es igual, se expropia y listo). El pago está pendiente desde entonces. Como si hubieran pasado mil años, al gobierno le da igual. A los dueños que fueron de aquellas tierras no.
Todos han muerto esperando llegar a un definitivo arreglo. Don Julián, contradiciendo a todos esos que dicen que los mexicanos que necesitan trabajar son flojos, a sus 99 años subsiste fabricando escobas, y esperando todavía ser indemnizado, como lo hacen los herederos de los fallecidos, que ahora son más y que, si ello sucede, a la fecha en que ocurra les tocará de a nada.
Los gobiernos deberían humanizarse un poco, sólo un poco y evitar cosas como ésta que afecta a don Julián, y que suponiendo que él y las familias de los otros que ya fallecieron recibieran la liquidación que fuera, en lo personal a él, y a su esposa, dada sus edades, ella tiene 94 años, ¿de qué les iban a servir?
J U E V E S
Luis Pasteur fue hijo de un curtidor de pieles. Su padre le mandó a París a estudiar, pues vivían en un pequeño pueblo del interior. Pasteur no pudo nunca vencer la nostalgia del campo libre. Y dicen sus amigos que siempre se quejaba: ¿Si al menos pudiera sentir el olor de las pieles!
Había entonces, a mediados del siglo XIX, en el sur de Francia, en Provenza, mucho cultivo de gusanos de seda. Cundió entre los gusanos una enfermedad y morían en gran cantidad. Los cultivadores pidieron ayuda a Pasteur, que ya era famoso por sus conocimientos bacteriológicos.
Llegado al sitio, Pasteur empezó a documentarse y le dirigieron a un maestro de escuela muy dedicado al estudio de los insectos. Pasteur lo visitó y así conoció al famoso entomólogo Fabre.
Se dedicaron mutuos elogios. No creo que pueda enseñarle nada, le dijo Fabre, a lo que Pasteur le contestó que estaba seguro de que sí, puesto que iba en busca de conocimientos que sabía que él tenía. Y así estuvieron un rato. Después Fabre condujo a Pasteur hasta el sitio donde estaba estudiando sus insectos. Allí Pasteur vio unos gusanitos que no cesaban de mover las cabezas. Preguntó a Fabre, qué eran.
Fabre le miró asombrado. Eran precisamente gusanos de seda, aquellos gusanos atacados por una epidemia que Pasteur tenía el encargo de estudiar y de intentar vencer. Hasta entonces, nunca había visto uno.
V I E R N E S
Einstein dio una vez una conferencia en Heidelberg, anunciada con un coloquio. El público estaba compuesto casi todo de estudiantes.
Einstein sabía por experiencia que sus conferencias sobre la relatividad, pronunciadas en serio, eran casi fracasos, pues nadie le acababa de entender. Y, para que aquellos muchachos le entendieran o al menos pasaran un buen rato, decidió hablarles con cierto humor. Empezó así: “Hoy vengo decidido a fracasar. Sí, porque para mí es muy fácil hablar en serio de la relatividad y muy difícil hablar en broma, sin mentir demasiado. Y esto es lo que intentaré hacer, aunque ya doy por descontado que no lo conseguiré, a no ser que ustedes me ayuden.
Hizo una larga pausa y continuó: “Ayer, apenas llegado a esta bonita ciudad, me sentí mal. Un mal relativo, se entiende. Vino un médico al hotel y me ordenó un reposo absoluto. Y esto me proporciona un ejemplo de que todo, en este mundo, es siempre relativo. Sí, porque yo he obedecido al médico, pero sólo relativamente. Y el fruto de mi relativa desobediencia es que estoy aquí.
Uno de los muchachos le preguntó: ¿Relativamente enfermo o relativamente curado?
Einstein le contestó que las dos cosas a la vez, como sucede siempre, porque no hay nada en este mundo, ni en todo el universo que sea absoluto.
Y el muchacho preguntó: ¿Ni siquiera la relatividad?
Esta pregunta provocó mucha risa. Einstein esperó que las risas se apaciguaran, saludó con la mano al muchacho y le dijo: Gracias por su ayuda.
Y dirigiéndose a todos, prosiguió: “Veo que en lo relativo a la relatividad no adelantaremos nada; pero en lo relativo al humor daremos un gran paso. Adelante, pues, y a ver si entre todos aprovechamos el tiempo.
Conferencia y coloquio se desarrollaron en el mismo tono y decía después Einstein que aquella fue la única vez que el público que había acudido a escucharlo lo pasó bastante bien, añadiendo que él también.
S Á B A D O
Es imposible que se hable de guerra y no se recuerde a Bonaparte.
En estos días se habla mucho de guerra. Antes de emprender la campaña de Italia, Napoleón arengó a sus tropas de esta manera: “Soldados: Estáis mal vestidos, mal alimentados, y el gobierno, que todo os lo debe, nada puede hacer por vosotros. Yo os conduciré al paraíso terrenal, en el que hay llanuras fértiles, grandes ciudades, magníficas provincias, donde os esperan honor, gloria y riqueza.”
No falta quien diga que añadió: “Y que todo os pertenecerá, con derecho indiscutible, si os apoderáis de ello a mano armada.”
Otro que tal había sido César, quien después de decir su famosa frase “La suerte está echada” pasó con su ejército el río Rubicón dispuesto a vencer a Pompeyo, y ya casi al alcance de las huestes de Hussein, digo, de Pompeyo, supo que éste había huido. Y dijo: Bien está. Combatiré primero a un ejército sin general y le venceré; después a un general sin ejército y le venceré también. Y fueron dos augurios proféticos.
Y D O M I N G O
La instrucción es la base de la prosperidad de un pueblo. BENITO JUÁREZ.