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MIRAJES

POR EMILIO HERRERA

L U N E S

Mientras se dice, y hasta se grita, lo que se supone de alguien, el mundo anda bien, es decir, normal. Así ha sido desde que el primer hombre, y la primera mujer, se hicieron un montón. Pero, cuando por pago, o por orden de un mandón, unos acechan a otros para luego ir con el chisme de lo que oyeron y vieron o, a lo mejor, supusieron, según su conveniencia, el mundo anda mal y con tendencia a ponerse peor.

Y eso es lo que la Casa Blanca, según la noticia correspondiente, ha ordenado que se haga a los teléfonos y a los correos electrónicos de los delegados de Angola, Camerún, Chile, Bulgaria y Pakistán, miembros del Consejo de Seguridad, buscando obtener más votos en la nueva votación (y si no, otra y otra, las que sean necesarias) que haga posible la guerra contra Iraq.

Terrible irá a ser esta guerra, de acuerdo con el empeño para tal consenso, cuando antes Bush dijo y gritó que serían capaces de hacerla por sus propias pistolas, bueno, sus pistolas y todo el armamento con que cuentan, mas las sorpresas que pudiera aportar el también terco de Hussein.

Se dice que en la guerra todo es válido, y eso se entiende. Pero, lo que pasa no es todavía la guerra y, no siéndolo, deberían, al menos, guardarse las apariencias de la paz. Y el espionaje apoyándose en el disimulo es algo de lo más feíto que la guerra tiene, aunque no falte quien diga que bajo la desconfianza vive la seguridad.

M A R T E S

Ofelia Medina ha dicho una verdad de a folio: “En Iraq está Babilonia”.

Si recordamos la última Gran Guerra recordaremos, también, el temor que los franceses tenían al riesgo que pudieran correr, particularmente, dos de sus grandes símbolos patrios más queridos: El Louvre y la Torre Eiffel.

Hay que reconocer que el motivo principal de esta próxima guerra, independientemente del económico de todas ellas, es la destrucción de las torres gemelas, posibilidad que jamás imaginaron sus dueños y que hizo que los norteamericanos se vieran vulnerables por primera vez en su vida, y a Bush eso le hirió el corazón de su soberbia. Desde entonces busca el desquite.

Supongo que, de haber querido, hubiera encontrado la manera de hacerse de Hussein, pero eso solo no satisface, seguramente, al presidente norteamericano, que querrá desquitarse destruyendo algo que a Iraq le duela, y ¿qué otra cosa puede ser sino su historia? Por eso tiene razón Ofelia Medina cuando recuerda a Babilonia, la de los famosos Jardines Colgantes, la del famoso león de basalto, la de las famosas murallas y la de la Puerta de Ishtar, la que fue en su tiempo una Norteamérica y hoy es sólo un recordatorio patético de que nada es permanente. ¿Sería Bush capaz de destruir los últimos vestigios para satisfacer sus deseos de venganza? Mejor recuerde que, ningún país del mundo ha sido el más grande para siempre.

M I É R C O L E S

¡Lo que se es capaz de hacer por dinero!

Parece increíble lo que viene sucediendo en Zinacantan, Chiapas, donde, al menos el día de ayer, estuvieron peor que Iraq, con muertos, heridos, quemazón de automóviles y, por supuesto, machetazos, balazos y, los que no tenían más, pues a pedradas, armamento primitivo, pero, como se ve, todavía útil. Todo esto entre priistas y perredistas que, a como dé lugar, cada uno de esos partidos políticos quiere el control político del, por ahora, nada dichoso pueblo que gobierna el perredista Domingo de la Cruz, a quien a resultas de la trifulca dicha los priistas le tomaron la presidencia.

Y digo que parece increíble todo esto, porque se supone, según las campañas y lo que en ellas se dice, que andan en ello sólo por amor al pueblo y para mejorar sus posibilidades de ofrecerle una vida digna. Dejarse matar por tales ideales es algo admirable, aunque increíble.

Mal pensados que somos, pues, cada día más aumenta el número de incrédulos, de aquellos que piensan que los que en ello andan metidos lo hacen buscando su prosperidad personal y su riqueza rápida. Claro que los muertos todos fueron indígenas, pero, eso qué tiene que ver, los indígenas tienen una mala suerte que no pueden con ella. ¿A quién se le ocurre ponerse por donde las balas van a pasar? Si fueran buenos observadores pronto se darían cuenta de que los priistas, por ejemplo, sólo se le atraviesan a la lana, no a las balas.

J U E V E S

Aunque son siete, no se trata de los Siete contra Troya, sino de los siete mexicanos que se han bautizado como “escudos humanos” y ayer partieron rumbo a Iraq para tratar de evitar que se ataque a aquel pueblo.

Por supuesto, no saben qué van a hacer ni cómo lo van a hacer; es decir, su labor va a ser a la mexicana, porque a nosotros lo que nos sobran son ideas, aunque de dinero, como buenos mexicanos, andan escasos. Ojalá y al rato no vayan a ser una carga en lugar de una ayuda.

Y como el trabajo es comenzar, dicen que saben de otros grupos que, con menos dinero que ellos, para los pasajes sí tienen, y que seguramente les seguirán.

Están bien estos actos humanitarios. En alguna parte Eca de Queiroz dejó escrito que en esto de la compasión el hombre comenzaba con lo más cercano, y que al dolor lejano apenas si le daba importancia. Pero, con nosotros las cosas cambian, o lo lejano la televisión nos lo mete en casa y lo sentimos más que lo propio que está muy lejos, en la calle, y en ellas se queda. ¿Por qué desplazarse hasta Iraq y no, sencillamente, a Chiapas?

¿Es que son más prójimos los lejanos que los cercanos? ¿O es que a Chiapas ya la conocen y a Iraq no?

Lo de “escudos humanos” es un decir, pues, como su portavoz ha dicho: todo depende de lo que allá sientan. Nunca antes se habían arrojado al ruedo. Como pueden dar el pecho, pueden darse la vuelta y echar a correr.

V I E R N E S

Entre otras cosas, las guerras siguen sirviendo para que algunas frases dichas por militares se queden en las páginas de la historia y se hagan famosas.

El general Pierre, vizconde de Cambronne, ha pasado a la historia por una frase que pronunció ante el enemigo en la batalla de Waterloo. Y que según algunos historiadores, no pronunció, sino que dijo otra cosa muy distinta.

Una versión dice que en el curso de la batalla los franceses se retiraban en desbandada. Menos la Guardia Imperial, que a las órdenes de Cambronne, había formado el cuadro y así resistía a las embestidas y a los cañonazos de los ingleses. Y que entonces uno de los jefes enemigos, el general Colville, les gritó: “Bravos franceses, rendíos”.

Y entonces fue donde el general Cambronne soltó la frase que le ha hecho famoso: ¡“La guardia muere, pero no se rinde!”.

En su novela “Los Miserables”, Víctor Hugo en las páginas que dan una explicación de la batalla de Waterloo dice que “. . . antes de dar la orden de ¡fuego!, un general inglés, Colville, según unos y Maitland según otros, les gritó: “¡Bravos franceses, rendíos!”, contestando Cambronne:

“¡Merde!”, que, claro, y esto acaso por lo corto, no tenía la menor posibilidad ni de hacerse famosa ni la de hacer famoso al que la dijo.

S Á B A D O

Cuentan de Renoir que a sus primeras exposiciones no iba nadie, que su pintura, muy distinta de lo que hasta entonces se había hecho, no gustaba; que una vez estaba él solo con sus cuadros en la sala de exposición y entraron un hombre y una mujer. El hombre, enfurecido, señaló todos los cuadros y gritó: ¡Mira!

La mujer se tapaba los ojos negándose a mirar, y el hombre le apartaba la mano y le repetía el grito: ¡Mira!, ¡Mira!

Renoir se acercó a hablarles sin darse a conocer y el hombre le contó que obligaba a su mujer a mirar aquellos horrores, en castigo por sus desobediencias; que era una mujer rebelde y que si no cambiaba la llevaría allí todos los días.

Cambió, seguramente, pues no les volví a ver, comentaba después el pintor.

Y D O M I N G O

Los fracasos que nos aquejan como país son en gran parte el fracaso de nuestros sistemas educativos. Es necesario formar generaciones de hombres y mujeres con más alto nivel de eficiencia, pero sobre todo más humanos y no meros “robots” o tuercas de determinados sistemas productivos. GILBERTO ACEVES NAVARRO.

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