L U N E S
Tal como lo pone Lino Korrodi, coordinador de finanzas de la campaña presidencial de Fox y creador del sistema usado para conseguir los fondos de la costosísima campaña y triangularlos a donde fueran más útiles, nuestro señor presidente es lo que es gracias a que él estuvo allí.
Korrodi ha hecho declaraciones sobre lo anterior y, según ellas, Fox no hubiera tenido la menor oportunidad de haber llegado a dónde está, no obstante su carisma, si sólo hubiera contado para ello con el apoyo de su partido. Como todas las cosas en estos tiempos, una presidencia, la que sea - para asegurar su reelección es que Bush el Soberbio, anda metido como anda en la guerra contra Iraq – es cuestión de dinero, y haber logrado el necesario para que Fox nos gobierne es de lo que presume Korrodi.
No debe haber sido, de ninguna manera, una cosa fácil. Había que vencer, entre otras cosas el miedo de los prospectos a que su nombre se divulgara antes de tiempo, es decir antes de ahora que ya se van
conociendo.
Sin embargo, la gran pregunta sigue siendo, si tamaño esfuerzo para asegurar a Fox como presidente, para cuando éste termine su sexenio habrá valido la pena. El campo, la seguridad, la salud, la educación, la corrupción, el desempleo, todo está en espera de ser agarrado por los cuernos. Y sería una lástima que el esfuerzo de que Korrodi se pavonea, hubiera sido hecho para nada.
M A R T E S
Los norteamericanos se encuentran ya en Bagdad. La primera parte de la guerra de Bush el Soberbio, ha terminado. La guerra en general nadie sabe cuándo terminará. ¿De Hussein nadie puede decir con seguridad nada.
¿Murió junto con sus hijos en el bombardeo del edificio donde, según eso, se ocultaban? Es posible, como también lo es que haya huido, y nadie sepa a dónde. Si ha muerto y lo hubiera pensado bien, mejor habría un suicidio, un suicidio anunciado, declarando hacerlo para salvar a su pueblo. Habría quedado como un héroe, pero no tuvo esa madera. Le faltaron tamaños.
Parte de los iraquiés, ayudados por los soldados invasores, hoy se dedicaron a derribar una de las principales esculturas del hombre que, en lugar de mejorar la vida de sus gobernados se dedicó a enriquecerse cada año más. Ha sido el destino de todos los que antes han hecho lo mismo en otras partes, y que de la glorificación pasan a la abominación.
Si vive y aparece repentinamente, ¿cuál será su destino? ¿Será juzgado por algún tribunal internacio-nal? ¿Será acogido con los millones que haya salvado por alguno de los países de los que dijeron no a la guerra, o por Francia o Alemania a quienes ya se les advirtió que en cuanto a la reconstrucción de Iraq han sido puestos en lo último de la lista? Vaya usted a saberlo.
En cuanto a la reconstrucción de lo destruido, será para Iraq una fuente de trabajo bien pagado que probará a los iraquiés que, de verdad, los invasores les llevaban una vida más sabrosa, por la cual los que cayeron pagaron por adelantado con sus vidas.
M I É R C O L E S
Por su parte nuestro señor presidente, se encuentra muy preocupado por la reconstrucción de el destruido país de Medio Oriente, en la que, sugiere, deben participar todos los países, de tal manera que principie cuanto antes y se avance sin pretextos.
Esto parece un poco aquello que se dice de ser farol de la calle y oscuridad en su casa.
Los mexicanos quisiéramos que esa preocupación inmediata por lo que hay que hacer en otros lados fuera de nuestras fronteras, la tuviera por lo que hay que hacer dentro de ellas. Sin embargo, no es así. Allí tenemos, por ejemplo, los cientos de asesinatos que han venido ocurriendo en Ciudad Juárez desde hace diez años, sin que ahora se haya puesto más interés en descubrir a sus autores que el que se pusiera en los sexenios de Zedillo o Salinas.
Por mucho que se hable de que en nuestro país todo va bien, mientras en las calles de la capital se manifiesten a diario protestas por esto y por aquello, nadie se lo va a creer. Los problemas de México no se van a resolver con ayudas económicas a grupos asistenciales, a obreros o a campesinos. No se trata de dar; se trata de hacer que la industria y el campo produzcan lo necesario y más, y todo vaya mejor. Hace poco se habló de que se habían creado medio millón de empleos. Bueno, pues no son suficientes. Si había tres millones de desocupados se necesita otro millón de empleos, o de perdida otro medio. Y esto antes de pensar en ayudar a resolver tareas de una posguerra ajena. Las tareas humanitarias a resolver están aquí, y no las ve sólo el que no quiere verlas.
J U E V E S
Los torreoneses fuimos sorprendidos hoy por una noticia que merecía su encabezado de ocho columnas, como antes se decía y que hoy son seis.
Nos enteraba de que, antes de un mes la presidencia municipal ocuparía el edificio en el que hasta no hace mucho estuvo el Banco de México. Una hermosa fotografía tomada desde la calle Cepeda por más o menos el Hotel Galicia, a través de la plaza ilustraba la noticia. El reloj público instalado allí en lugar del quiosco señalaba 10 minutos para las dos de la tarde como hora de la toma, pero ya sabemos que ese reloj tiene la rara cualidad de mentir constantemente, así que la hora fue otra. De todas maneras la foto deja ver que el edificio es mucho edificio para nuestra presidencia. Posiblemente no para el engreimiento de quienes lo ocuparán, si la cosa es cosa hecha, ni para el señor Gobernador que dará su aval; pero hay cosas más importantes qué hacer por nuestra ciudad que comprar ese edificio para cambiar la presidencia. Siguen estando allí, por ejemplo, en espera de su solución definitiva, los problemas de los vendedores ambulantes que no ambulan y el de los transportes de pasajeros. En este momento lo que Torreón necesita no es tal edificio sino autoridades con sentido común.
V I E R N E S
Contaba Petrarca que tuvo una curiosa conversación con un campesino. Pasaban soldados a lo lejos y éste le preguntó que a dónde iban aquellos soldados. Él le contestó que a la guerra; que si no sabía que se
había declarado la guerra. Sorprendido el campesino le dijo que la guerra terminaría con la paz. Petrarca le dijo que sí, pero que ese era el final de todas las guerras.
Entonces el campesino le dijo que si la guerra se hace para llegar a la paz, si no sería mejor empezar por la paz y no hacer la guerra. Y cuando Petrarca le dijo, que desde luego sería mejor, el campesino le rogó que le explicara cómo nunca los hombres han entendido una cosa tan clara y tan fácil.
Y decía Petrarca que no se lo pudo explicar.
Petrarca era un lector incansable. Tanto leía que sus amigos temieron que la salud se le pudiera resentir y le ocultaron la llave de la biblioteca. Y entonces enfermó de verdad y no hubo otra solución que devolverle la llave.
Petrarca les dijo que sin el alimento espiritual de sus libros, ¿cómo podría estar sano? No es el cuerpo el que mantiene la salud del espíritu, sino es el espíritu el que mantiene la salud del cuerpo.
S Á B A D O
Cuentan de Newton, a quien una manzana despertara su curiosidad, que un día estando en su casa llegó a visitarle un tal Stukely, amigo suyo.
Precisamente era la hora de comer. La criada de Newton le rogó que esperara. No puedo entrar ahora a avisarle que usted está aquí. Me ha dejado dicho que no le interrumpiera hasta terminar no sé qué; pero no puede tardar, pues también me ha pedido la comida y ya la tiene servida.
Stukely esperó un rato y viendo que Newton no aparecía y que el pollo servido ya se estaba enfriando, se sentó a la comérselo él, ordenando a la criada que preparara otro para Newton. Cuando Newton apareció no quedaba del pollo sino los huesos. Newton saludó a su amigo, vio los huesos en el plato y dijo:
¡Si seré distraído! Venía a comer y ahora me doy cuenta de que ya lo he hecho. Ni me acordaba.
Stukely se echó a reír y le contó la verdad. Y Newton añadió como comentario.
Ya me parecía a mí que esta sensación de mi cuerpo no era sólo fatiga, sino hambre. La verdad es que no soy tan tonto como algunos piensan.
Y D O M I N G O
¡Cuánto trabajo le cuesta a la mujer mantenerse bella! Maquillarse cuesta tanto trabajo c omo pintar un buen cuadro figurativo todos los días.
Mantener la línea da más lata que cultivar un campo de trigo. MARÍA FÉLIX