L U N E S
Muy bien hecho por nuestra Cámara de Comercio al recordar al Congreso del Estado lo que desde el año pasado se le pidió en relación con los grafitos, inscripciones en paredes que a principio del siglo XX era una exclusividad de los presos en los muros de sus cárceles, pero que ahora los grafiteros que andan sueltos y son muchos, escriben no sólo en nuestras paredes sino en otras superficies como fuentes, esculturas, cabinas telefónicas, ¡y hasta en segundos y terceros pisos!
Y lo que se le pidió al Congreso fue que se incrementaran las penalidades por este delito, pero, los del Congreso hasta el momento tienen sin noticias sobre tal petición a nuestros comerciantes.
La cuestión es que mientras no se castigue adecuadamente a los grafiteros por lo que hacen en las paredes de nuestra ciudad, éstas y todo lo demás seguirán siendo sus pizarras de párvulos.
Por supuesto, ya se sabe que una reforma al Código Penal no es enchílame otra; que hay que pensarla, y pensarla bien, y eso se lleva su tiempo. Que lo que se madura precipitadamente, pronto se pudre y para nada sirve. Pero los señores del Congreso deben tener en cuenta que mientras más se tarden más paredes serán usadas por los grafiteros, y algunas que son de cantera, nomás no tienen remedio. Así que piensen en esas reformas si no por Torreón, por amor de Dios y a la limpieza.
M A R T E S
Hasta eso, no se trata de gastar los dólares en todos lados de la misma manera que los gastaron en Iraq. La recuperación allá estaba asegurada desde el momento mismo que decidieron la invasión. Los pozos petroleros son buena fianza para cualquier gasto. En cuanto a Cuba, no corre prisa. Al final, como en todas partes el Imperio se saldrá con la suya, pero de diferente manera. A Hussein no podía darle más tiempo, pues podía aprovecharlo, prepararse y darles más guerra. En cambio a Castro, ¿a qué darle prisa? Lo que indudablemente le va a dar el Imperio son problemas, dolores de cabeza y de estómago se los va a dar a pasto. Hasta las ganas de dormir se le van a ir al Comandante, pensando en los nuevos problemas que cada día va a tener.
Por lo pronto, como un botón de muestra de la libertad con que se vive en la Norteamérica de Bush, a todos sus paisanos se les prohibirá viajar a Cuba, con lo cual los dólares que por ese conducto llegaban a Cuba se irán a otro lado, al que sea, ¿sabe usted?, porque en el mundo del emperador la Cuba de Castro no existe, ni existirá mientras el Jefe de Estado, no obstante que el 1º. de Enero de 1959, cuando Fidel derrocando a Batista se hizo del país, el primero en aplaudir con delirio tal suceso fue Norteamérica, que presidía entonces el general Eisenhower.
Cuarenta y cuatro años después, Bush y Powell confían en que los setenta y seis años de Fidel y su mala salud, les ahorren los millones de dólares que les costaría una invasión.
M I É R C O L E S
Lo malo de todo esto es que cuando a un país le salen bien las guerras, se mete en ellas hasta el encuentro, y luego no solamente a sus dirigentes ya no les satisface la paz sino que tampoco sus soldados la quieren. Todo cambia, cambia la vida interna del país, y cambian las vidas de los militares que, de pronto, se vuelven activas y su mando se vuelve una realidad, y cambia, más que nunca la vida de sus mujeres, para muchas de las cuales el mundo todavía seguía siendo ajeno y se vuelve propio.
El poderío que ha mostrado al mundo nuestro vecino país ha dejado con la boca abierta a todos, porque no obstante que lo suponía, no lo había visto tal como es en esta guerra; sin embargo este mismo país, estando en paz, consumía hace veinte años el 50 % de la cocaína de todo el mundo, lo que no favorecía su futuro, ya que, por ejemplo en 1989 nacieron más o menos trescientos setenta y cinco mil niños drogadictos, según datos de Paul Kennedy, catedrático de la Universidad de Yale en su libro “Hacia el Siglo XXI”, y como las drogas fomentan la delincuencia, ésta en Estados Unidos es más alta que en ninguna otra parte. Si en las películas se ven pistolas por todas partes, en aquellos años en manos de los particulares de aquel país poseían 60 millones de armas cortas y con ellas se mataban entre sí algo así como diez y nueve mil al año.
El problema es, pues, si la paz total volverá pronto al país, o ya metidos en gastos, buscarán otra.
J U E V E S
Hubo un tiempo que nuestra ciudad se enorgullecía de todo. De sus paseos: Plaza, Plazuela, Alameda, y no se diga de su avenida Morelos, rematada al oriente por la Fuente del Pensador de la Alameda y al poniente por el Obelisco que se llevaron a la estación; entre calle y calle tenía algunos bustos de laguneros y otras esculturas artísticas hechas en marmoleña, que de haber estado hechas en mármol a lo mejor no hubieran ofendido la moral de entonces, pero la hirieron, las retiraron, por un tiempo estuvieron bajo las gradas del estadio y luego desaparecieron definitivamente.
A la Morelos, como calle principal y emblema de nuestra ciudad, las palmeras se bastan y se sobran para defenderla y mientras más las tengan en cuenta y las cuiden, mejor lo harán; pero, algunas de sus banquetas merecen ponerse a tono. Por ejemplo, la que está entre las calles Treviño e Ildefonso Fuentes, a mano derecha, caminándola rumbo al oriente, da pena verla. Muchos de sus mosaicos están sueltos, así que, además, pasar por allí se vuelve peligroso. La casa a que pertenecen se ve abandonada. Pero, abandonada o no, lo que es público debe tener buena vista y no ser un peligro para los peatones.
Al municipio le corresponde corregir esto cuanto antes. Si es cosa suya, por eso; y si es cosa del dueño de la finca, pues porque éste ha hecho desidia por años. Por lo pronto hágalo el departamento correspondiente del Municipio, y luego cóbrelo a quien corresponde por los medios a su alcance.
Pero, dejarlo como ha estado por años no es servir a la ciudad.
V I E R N E S
Vuelvo a lo que ya he dicho alguna vez, o más de una vez, aquí mismo, pero hoy a diferentes personas: que sería muy bueno para nuestra ciudad si cada Ayuntamiento dejara a nuestra ciudad, al terminar su ejercicio, una obra de arte: una escultura, una fuente, algo así, lo que fuera.
Hoy con más razón, pues tal cosa sería como un regalo con motivo de los cien años que el 2007 cumplirá nuestra ciudad.
¿Te imaginas lo que tendríamos si desde el siete anterior cada Ayuntamiento hubiera hecho un regalo artístico a nuestra ciudad? Pinturas, esculturas, fuentes; copias de esto, de aquello, alguna obra original de vez en cuando, 33 tendríamos en museos, plazas, alamedas, bosques o en las calles, cuando menos. ¿Y qué tenemos? Nada. Sencillamente nada.
Porque a nadie se le ha ocurrido, o porque nadie ha querido. ¡Qué lástima!
¡Verdad? ¿No se pudiera comenzar ahora? No pudiera este Ayuntamiento dejar al terminar su período, un regalo artístico a Torreón, por los cien años que cumplirá el 2007. Ahora está a tiempo de pensarlo, decidirlo y ordenarlo para que se lo tengan antes de dejar de ser lo que hoy es, sea quien sea, el que le siga.
S Á B A DO
Horacio Jaramillo Loya cuenta de una viejita que buscaba, afanosamente, fuera de su casa algo que sus vecinos no sabían qué, pero la veían hacerlo con tanto ahínco, que les pareció que no podían hacer como que no se daban cuenta de ello y dejarla sola en el empeño. Así que se le acercaron preguntándole qué era lo que buscaba ofreciéndose a ayudarla. La viejita les dijo que lo que se le había perdido era su aguja. La viejita buscaba fuera de su casa, así que allí mismo se pusieron a buscar ellos. Pasaba el tiempo, el crepúsculo comenzaba a hacer difícil la búsqueda, y los vecinos le preguntaron por dónde más o menos había perdido la dichosa aguja. Ella les dijo que la aguja se le había perdido dentro de su casa.
Ya podrán imaginarse ustedes cómo se pusieron los dichosos vecinos. Se pusieron furiosos. Y no era para menos. Le reprocharon que los hubiera dejado buscar donde no estaba. Ella les dijo que era porque dentro de su casa estaba oscuro, y afuera cuando menos había luz. Pero, que le asombraba que fueran tan listos para buscar cosas pequeñas, cuando por años les había observado buscar cosas importantes fuera de su casa, como la felicidad, la tranquilidad, el amor, la comprensión, y otras cosas que, durante años habían ido perdiendo, no en el exterior sino en el interior de sus hogares.
Y D O M I N G O
La historia de todos los pueblos se inicia con una epopeya. La nuestra empieza con una tragedia. Los mexicanos somos herederos de dos derrotas perdurables: una del imperio azteca, otra de la Armada Invencible. JOSÉ EMILIO PACHECO