L U N E S
La noticia nos entera de que “Los Fox acuden a misa”. Siendo, como son católicos”, están obligados a ello. Eso me parece muy bien. Lo que no me lo parece tanto es que vayan con pantalón de mezclilla y playera, como si no fueran lo que son, como si no tuvieran la representación que tienen, y que no dejan de tener por el sólo hecho de ser domingo, si aparecen en público.
Trato de recordar al representante de cualquiera otra nación que haga esto mismo, y no lo encuentro. Con mucha frecuencia, una frecuencia casi diaria en esta publicación salen fotos del señor Bush, y sea el día que sea, sale de saco y corbata. Seguramente él también quisiera quitarse uno y otra, pero se aguanta, sabiendo que eso es parte, pequeñísima si se quiere, pero lo es, del precio de ser presidente. Y lo mismo sucede con los mandamases europeos, orientales, australianos o africanos que, a pesar del calor, a donde quiera que llevan su representación, aparecen bien vestidos.
Los Fox se la pasarán muy cómodos y muy frescos, y si se quiere hasta modernistas, pero es seguro que la mayoría de los que el domingo acudieron a la misma misa y tuvieron la oportunidad de verlos vestidos así, se decepcionaron al verse tan mal representados. El mundo ha cambiado, es cierto, pero no tanto. Viéndolos así, como que no estimulan: ¡Si los domingos, día en que por costumbre todo mundo viste lo mejor que puede, nuestros representantes no tienen algo mejor que ponerse, cómo andará nuestra economía que nos dicen que muy bien y esta visión no lo justifica?
M A R T E S
Que Hussein era – y seguirá siendo – una cosita, ni quién lo dude, pues es cosa comprobada millones de veces, desde que el mundo es mundo, que “genio y figura hasta la sepultura”. Y si a Adán y Eva los volvieran a meter en otro paraíso, volverían a comer manzanas.
La codicia es algo que está en su naturaleza, así que desde que él mismo se la descubrió no ha dejado de practicarla, y cuando pudo hacerlo impunemente, con más ganas. Ahora acaban de descubrir que el derrocado régimen iraquí, del que era la cabeza, se quedó con dos mil millones de dólares y pico que debían haber sido dedicados a un programa alimentario de la ONU, pero que, en lugar de ser depositados en esta cuenta fueron a dar a cuentas del tal Hussein y de sus hijos. ¡Hágame usted el favor!
Ahora que nosotros no estamos en situación de asombrarnos con tales noticias, ya que tenemos los nuestros que si no han llegado a cantidades como la citada no ha sido por falta de ganas sino de oportunidades. No hay más que recordar los quinientos y hasta ochocientos millones que Pemex prestó al PRI, de los que tanto se habló al principio y de los que tan poco se habla ahora, pero que acabaron perdiéndose para siempre. Amén.
De los señalados como culpables, los que pudieron exiliarse, se exiliaron, y los que no aquí siguen viviendo en paz y trabajando en el gobierno, para no perder su jubilación.
M I É R C O L E S
Todos nuestros ex presidentes nacionales nos han dicho, cuando candidatos, que querían ser primeros mandatarios para que viviéramos mejor, pero, lo cierto ha sido, y esto siempre, que quienes vivieron mejor siendo presidentes, y más después, fueron ellos, si acaso con la excepción que confirma la regla, que entre ellos ha sido López Portillo, pero esto porque las mujeres le sorbieron el seso y el dinero que, como todos, hizo y ellas, de una manera o de otra, le quitaron.
Uno diría que todos los que han llegado a dirigirnos se lo han ganado por su gran amor a México y a los mexicanos, pero, cuando te asomas a los campos de este México y los ves como los ves, recuerdas que años atrás los viste mejor, y que su venida a menos comenzó cuando uno de sus presidentes dijo que el campo era de quien lo trabajaba, resultando que nadie lo quería en propiedad, y lo demostraba no trabajándolo.
Ahora en la capital los trabajadores llevan tres días de marchas haciendo un caos del tránsito capitalino mediante lo cual pretenden obtener un aumento a sus salarios. Y todos hemos sabido, porque nos lo repiten cuando viene al caso, como en esta ocasión, que los japoneses para obtener lo mismo lo único que hacen es demostrar que son capaces de producir más, y esto lo hacen en su propio lugar de trabajo sin molestar a nadie, y menos a otros trabajadores, a los que impiden llegar al suyo para cumplirlo.
Y nuestro presidente que podría hacer algo para poner orden en todo esto, platicar con López Obrador, pongamos por caso, no dice ni pío.
J U E V E S
Cuando leí “Los tres mosqueteros” de Alejandro Dumas, ya llevaba a D ´Artagñan hecho, muy por encima del que su autor me daba en sus páginas. A mí D ´Artagñan me lo dio el cine de Hollywood en la pantalla del cine Princesa allá por los años veinte caracterizado por Douglas Fairbanks Senior, y no ha habido otro como él. Lo anunciaban como “La sonrisa del millón de dólares”. (Creo que la siguiente de este tipo fue la de Clark Gable). Pero, lo que a mí me convirtió en su fiel admirador fue su natural y elegante agilidad.
Hace un par de días lo volví a ver, tal como entonces, en blanco y negro, en una de esas revistas que la televisión pasa de las primeras películas que, por eso y porque han sido buenas se han vuelto clásicas.
Yo vivía entonces por la Allende. En diferente dirección, tanto la escuela como el cine, ambos me quedaban a dos cuadras. En el Princesa, su luneta costaba veinticinco centavos, su anfiteatro, que eran las dos primeras filas de su galería quince, y diez su galería. Los sábados no había clases, independientemen-te de que entre semana, como a la escuela íbamos de mañana y tarde, jamás llevábamos tarea para hacer en casa, así que corriendo al terminar las clases de la tarde, alcanzaba dejar mis útiles, decir ya vine y ya me voy al cine, cosa que desde el medio día arreglaba con mi tía. Como el cine daba dos películas, la buena, o sea “Los tres mosqueteros” era la última y la alcanzaba completa, ya fuera solo o acompañado de Lalo, de Alfredo o algún otro amigo del barrio, a la localidad que podía pagar el que traía menos.
V I E R N E S
Esto de las tres localidades de los cines de entonces, me hace presente que hoy éstos se han quedado con una sola, la más cara, lo cual si benefició a alguno fue a quienes pudieran pagar más, perjudicando a quienes menos tienen, haciéndoles prohibitiva esta diversión o quitando algo de su presupuesto para mantenerla dentro de él.
La cosa, sin embargo, aunque por unos años resultara, y muchos cinéfilos siguieran llenando los cines saltando, con el sacrificio correspondiente, de aquellos precios de galería y anfiteatro, ya inexistentes, a los de entrada única. Y aunque ahora los cines se han convertido en pequeñas salas, en lugar de aquellas gigantescas como las que fueron de “El Princesa”, el “Isauro Martínez”, “El Nazas”, no se llenan, en ocasiones casi están vacías. Hace una semana fui a una de ellas por la Colón. La película era nueva y buena, acaso la mejor de esa fecha, y sin embargo en la sala sólo habíamos como espectadores siete personas.
Y es que eso de la igualdad no pasa de ser un cuento, y más que todas la económica, que a quien más apalea es al que menos tiene, haciéndole pagar lo mismo que sus empleadores por espectáculos necesarios para su espíritu.
Ojalá y esto se tenga en cuenta al rehabilitar el Cine Nazas, dejándole si no tres localidades, al menos dos, para que en la segunda puedan pagar menos los que menos tienen.
S Á B A D O
Cuentan que Erasmo de Rotterdam (1467 – 1536), filósofo autor del famoso “Elogio de la Locura”, fue invitado a establecerse en la corte de Enrique VIII. En aquellos tiempos los soberanos competían en tener filósofos de fama entre sus cortesanos. Pero Erasmo no aceptó la invitación.
Dijo: “La vida de las cortes es una espléndida miseria y un simulacro de felicidad; no me interesa”.
Más tarde le invitó Francisco I de Francia, y el filósofo tampoco aceptó la invitación. Dijo entonces: “La vida cortesana es como los tapices, que más bonitos parecen vistos de lejos que de cerca”.
Enterado el Papa de que Erasmo comía carne durante toda la cuaresma, se lo reprochó. Y Erasmo se justificó así. “Santidad: mi alma es buena católica, pero mi estómago es luterano”.
Erasmo en su “Elogio de la Locura”, dejaba malparados a los monjes y a los teólogos. Ellos elevaron sus quejas a Roma, y el cardenal Ximénez les contestó: “O hacedlos vosotros mejor, o dejad hacer a aquellos a quienes Dios ha dotado de ingenio suficiente para poneros en solfa a todos.
Y D O M I N G O
El mito es consubstancial a la idiosincracia mexicana en todos los órdenes, lo mismo en la política que en el amor, en la amistad que en el odio, en las relaciones personales que en la sociedad y en la historia, JOSÉ REVUELTAS