L U N E S
La guerra es un de esas cosas de las que se sabe cuando principian, pero no cuando acaban. Ahí está la de Bush en Iraq, que según eso terminó y, sin embargo, sigue causando muertes de uno y otro lado, más lastimosas las de los jóvenes, principalmente porque ellos, seguramente, jamás pensaron en no llegar a viejos con todas sus consecuencias: noviazgo, matrimonio, hijos, nietos, enfermedades, achaques y ganas de morir.
La diferencia de éstas con muchas de las antiguas es que hoy quien las ordena se queda en su sillón para poder mandar otras tonterías que demuestren que el poder está en sus manos, mientras que, en la vieja Roma, pongamos por caso, los que las ordenaban aspiraban, además, a ser héroes militares y al frente de su gente de a pie iban, aunque ellos fueran a caballo por su calidad de caballeros.
Andando el tiempo no sólo eso sino que éstos, los caballeros de uno y otro lado, se dieron el gusto de decidir el triunfo o derrota de sus bandos peleando adalid contra adalid, teniendo como espectadores a sus tropas, a quienes se les había ordenado aceptar el resultado, y así fue en los, de todas maneras, pocos casos que así fueron resueltos.
Pero, incluso casos hubo, en el desierto arábigo, en que los poetas decidieron el triunfo o la derrota de las tribus. Lo que pasa es que a Bush le sobran tonterías y dinero y le falta historia.
M A R T E S
Hace unas noches estuve en Saltillo y Elvirita, nuestra hija y Luis Alberto su esposo, nos llevaron a cenar, a Elvira y a mí a un restaurante que se especializa en tacos hechos al estilo de la Ciudad de México, sabrosos y bien rellenos, no como esos que anuncian de tal o cual carne de la que tienen dos o tres hebritas y lo demás es lechuga, y cobran igual.
Estaba casi lleno de clientes y allá, al fondo, nos ofrecían una mesa.
Por lo regular, del escaso alumbrado de la calle al entrar a estos sitios, la luz le deslumbra a uno, pero, de todas maneras, alcancé a distinguir sentado, en compañía de otros, a un conocido político nuestro, acaso porquen su atuendo me extrañó: vestía camisa de media manga y pantalón de mezclilla, y yo siempre le había visto con pantalón de casimir y saco o chamarra. Le saludé con la intención de acercarme y saludarle de abrazo y toda la cosa porque esa es mi costumbre, pero, me dio la impresión de que él no me había reconocido, o no quería que allí le saludara, y seguí de largo. Es posible que me haya equivocado en mi apreciación, pero esa impresión me dio.
Alguna vez me he preguntado qué harán nuestros políticos después de dejar de ser lo que la fatalidad los ha llevado a ser un día. A uno me lo encontré un día caminando por las calles de la capital, soñando en volver para intentar otra vez ser lo que no había podido en el primer intento; éste fue otro; en cambio uno de los dos grandes que hemos tenido, que me invitó a ir a su oficina de palacio a platicar con él, como consecuencia de uno de estos Mirajes, en la época en que salían a diario en su día correspondiente, y que por mucho tiempo tuvimos el mismo peluquero, siempre que ahí nos encontrábamos se adelantaba, como buen político, a saludarme.
M I É R C O L E S
¿Quién me iba a decir en la época del Charleston, que fue en la que visité por primera vez Peñón Blanco, Dgo., porque mis tíos tenían allá unos compadres, fueron a visitarlos y me llevaron un diciembre frío en el que celebraban las posadas con peregrinos y todo, es decir, ponches con piquete para los adultos y piñatas con dulces y frutas para los chiquillos, luego, algo de baile, incluida la novedad del charleston, digo: quién iba a decir entonces que tres cuartos de siglo después ese mismo Peñón Blanco iba dar a su Estado una Señorita Turismo que lo representará como embajadora turística? Pues allí está con todo el esplendor de su belleza, su desenvoltura y personalidad María del Socorro Luna Olivas.
Peñón Blanco, igual que todas las ciudades y pueblos de México, ha crecido, con excepción de su río y aquel sitio con su “Peña Alta” en el que aprendí a nadar, y que vuelta a ver ni la peña es como para presumirla ni tan profunda el agua a la que saltábamos desde aquélla.
Su comercio se ha desarrollado mucho en su calle principal. Por cierto esta calle principal, contra lo que acostumbran ver los que han estado a punto de morir y los devuelven, que lo que ven son profundos pozos, lo que yo vi cuando anduve en las mismas hace alrededor de treinta años fue esta calle de Peñón Blanco, pero toda en azul prusia desde la cual yo me levantaba como un globo que se va, hasta que se me ocurrió gritar a Elvira, llamándola en mi auxilio, lo que hizo apretando mi mano que tenía en las suyas, y me volvió a la vida. Ella dice que efectivamente le grité, lo que prueba el valor de un grito a tiempo.
Y miré usted flamante soberana de la belleza de su Estado y nativa de Peñón Blanco, los recuerdos que me ha traído su triunfo.
J U E V E S
Mutilada la patria, como lo recordó López Velarde, sólo nos quedaba como una balsa salvadora este petróleo cuyos veneros, al decir del mismo poeta, el diablo nos escrituró y el imperio, de una u otra manera codicia.
El gran problema es que, como administradores de esa riqueza natural, propiedad del pueblo de México, nuestros gobiernos no han tenido la talla necesaria para desarrollarla y protegerla contra todos ellos, pues pocos son los que no han sentido la tentación de darle un pellizco.
A los últimos les han dado tiempo para poner tierra y amparos de por medio, o haciéndoles conservar el fuero como un escudo protector.
La discusión ahora es si seguimos mal administrándolo o si hacemos lícita la inversión privada. Y no es aquí la patriotería la que tiene que intervenir, sino el sentido común, porque de sobra sabemos la cantidad de sinvergüenzas que se dan aires de patriotas y de honrados sin ser una cosa ni otra. Y como, por otra parte, nuestras leyes al parecer no se han hecho para castigar, petróleos en sus manos se convertiría en Jauja. ¿Qué hacemos, pues?
V I E R N ES
Cuentan que Carlos V tuvo desde niño mucha facilidad para los idiomas. Hablaba español, francés, italiano, inglés, flamenco y alemán. Y decía usar el español para hablar con su madre; el italiano para hablar con el papá; el inglés para hablar con su tía Catalina de Aragón (la que fue esposa de Enrique VIII); el flamenco para hablar con sus amigos; el alemán para mandar a paseo a sus enemigos y el francés para hablar a solas con él mismo.
Algo parecido cuenta una anécdota: que estando Carlos V en España, le visitó un joven noble alemán y le preguntó por qué había aprendido tantos idiomas. Y Carlos V molesto por el tono suficiente de la pregunta, le contestó que, porque los necesitaba: el español para hablar con Dios; el italiano para hablar con los ángeles; el inglés para hablar con los pájaros y el alemán para hablar con los caballos que le habían llegado de allá. También se ha dicho que fue el primero que afirmó que “tanto vale un hombre como lenguas sabe.
Y ya que hablamos de idiomas, es bueno que los que tienen hijos en edad de estudiar se los enseñen, en particular el chino, que los que saben a donde va el mundo aseguran que será el idioma del futuro.
S Á B A D O
¿Cuántas son las cosas que un hombre no puede comprar, en relación, por ejemplo, de las que no podía comprar hace veinticinco años, por no ir más lejos? Cientos, verdad, por no decir que miles. Entonces, ¿cómo diantres nos quieren convencer, a como dé lugar, de que la pobreza de los pobres se ha reducido?
¿Cuántas cosas más hay hoy de comer que hace un cuarto de siglo?
Bueno, pues todas esas cosas que los pobres no podrán comer jamás en su vida, ¿aumentan su pobreza? Igual que todo lo que no puede vestir, viajar, gozar. Allí están por ejemplo esos hoteles para gordos recién inaugurados y que han tenido un éxito inmediato porque éstos encuentran todo más a su medida y comodidad: puertas más amplias lo mismo que los baños, y los muebles más resistentes, donde los pobres nunca estarán porque no tienen con qué pagarlos. Y así una gran cantidad de cosas, desde las más elementales.
No obstante lo anterior Fox insiste en que la pobreza se redujo en un 16 %. Será la suya y la de los suyos o de gente como ellos, porque los pobres, al contrario, cada día serán más pobres - en tanto no tengan empleos que prueben lo contrario - , pues cada día hay más cosas que no pueden disfrutar.
Y D O M I N G O
Algo tiene de animal el ser humano: es su parte buena. NIKITO NIPONGO.