Torreón Acoso escolar Torreón Agua Saludable Sistema Vial Abastos-Independencia Virgen de Guadalupe

MIRAJES

Por Emilio Herrera

L U N E S

Bueno, pues de acuerdo con lo que ayer vimos los que fuimos a votar, en materia de voluntad para ello, los mexicanos vamos para atrás; es decir, que candidatos, y esto da pena decirlo, de arrastre no hubo ni uno. No que no se hubiera notado, sino que esa mañana en cada casilla (pues no pudo haber sido sólo en la mía), la situación se hizo evidente.

Candidatos que no valían nada; candidatos que valían pero que iban en mala compañía, en fin, una ciudad como la nuestra a la que nunca le faltaron hombres, ostentó ayer su actual carencia. Carencia de ellos en los partidos, claro, porque en la ciudad abundan. Son los que mantienen su progreso, los que no aflojan el paso, los que a diario trabajan para la grandeza futura de nuestro municipio y de nuestra patria.

¿Qué hicieron, en cambio, estos candidatos que durante seis meses se dedicaron a gastar dinero para que los conocieran los electores y votaran por ellos? Los que así los conocieron, por el resultado pudiera decirse, que son los que no fueron.

La plaza que tradicionalmente fue el sitio a donde citaban al pueblo los candidatos, para conocerse mutuamente y dirigirles su mensaje, fue ignorada. Dar la cara al pueblo no es cosa fácil, pero es lo primero que se le debe dar si, por otra parte, se le pide su voto; luego la palabra, porque, al menos hasta ahora, no ha habido candidatos mudos. Y éstos casi lo fueron.

M A R T E S

He vuelto de escuchar tocar, en uno de nuestros centros comerciales, la banda que un día fuera apenas idea de Salvador Jalife Senior, y que luego alcanzó a iniciar. El lugar estaba lleno de público. Sería porque allí mismo y al mismo precio, es decir, sin costo, también actuaría un grupo argentino de fama internacional. Es más que posible. Pero, eso no quita para que, al menos Elvira y yo, nos hayamos sorprendido con lo bien que toca aquella banda musical, costeada por él, con la que Salvador vivió tan ilusionado sus últimos años, y que, según lo escuchado, ha mejorado cada día. No son cosas éstas que pueden suceder de la noche a la mañana, la música, particularmente, es una larga disciplina de estudio, y de bolsillo para quienes la subsidian.

Salvador padre, es posible que haya nacido tal como lo conocieron quienes le recuerdan, pero, su espíritu de servicio a la comunidad lo descubrió y lo adoptó a través de la Cámara Junior, desde entonces no perdonó oportunidad de servir, en una forma o en otra, a la suya. Por la música tuvo una inclinación especial. Laborioso como siempre fue, y a veces hasta genial, cuando el triunfo se le rindió, se permitió darse algunos gustos de tipo muy personal, como el de traer a cantantes cuyo estilo le gustaba para que vinieran a cantarle, no en fiestas que él no las hacía, sino a él y a sus amistades, en reuniones como cualquiera para escuchar música, sólo que en lugar de discos eran las cantoras.

Y así su banda es el recuerdo vivo y sonoro del espíritu bohemio y especial de Salvador Jalife Cervantes.

M I É R C O L E S

Cuando yo era niño la gente compraba casas en esta ciudad con el sólo objeto de revisar sus paredes, paredes de adobe, algunas de hasta ochenta centímetros, y escarbar sus pisos, es decir, que se gastaba un dineral echando a perder una casa buscando un tesoro porque otros que no tenían con qué hacerlo les contaban que allí estaba.

Hoy eso de buscar tesoros se ha vuelto colectivo y semanal: el mismo ensueño tratan de hacer realidad los compradores de enteros o cachitos de la Lotería Nacional.

Pero, aquellos otros tenían, además, sus aparecidos: muertos que cobraban vida en la imaginación de los buscadores para ayudarlos o estorbar su búsqueda amedrentándolos, que buenos y malos hay también entre los que se fueron, y más si como aquéllos dejaban sus entierros como una tentación irresistible para los vivos.

Valientes eran nuestros antepasados, no cabe duda, pues, al menos los escarbadores, sabían que podían salir al paso de sus picos y sus palas, para detener su obra, los causantes de aquellos entierros y había que hablar con ellos, con éstas o muy parecidas preguntas como principio de negociación: “Dime si eres de este mundo o eres del otro”, pues en todo arreglo no hay como poner las cosas en claro desde el comienzo. Casi siempre se trataba de intercambios: los del otro mundo pedían misas, y los de éste, dinero. Aclarado lo cual todo seguía como en ruedas. Si bien, días después de encontrado algún tesoro, el que lo hallaba empezaba a ponerse pálido y flaco, hasta quedar en los huesos, muriendo rico.

J U E V E S

El más grande de los dramas humanos es cuando al hombre se le acaba el tiempo. Claro que al hombre se le comienza acabar el tiempo desde que nace, y él lo sabe. Pero, ese tiempo no le importa mucho porque es un tiempo sin propósitos. Lo mismo le da permanecer o no, porque por mucho tiempo ni idea tiene de a qué ha venido a este valle de alegrías más que de lágrimas, la verdad sea dicha. Ni siquiera los pobres lloran por serlo, ya que los que así nacieron para cuando llegan a tener uso de razón, están acostumbrados a serlo, y sólo los que no lo eran y llegan a serlo extrañan el cambio y lloran por ello.

La fuga del tiempo es notoria para el hombre cuando comienza a hacerse propósitos de ser lo que sea, pero ser algo. Es entonces que se da cuenta de que el tiempo tiene plazos, tiene fechas que lo envejecen o comprueba que hay un ayer y un hoy y el mañana cada día es otro.

Durante sus primeros tres años nuestro señor presidente parece no haberse dado cuenta de este pasar, o creyó que las obras se hacían solas, pero ni al Señor, con ser lo que es, se le dieron así sus obras. Tuvo que ordenarlas, tuvo que usar el verbo, que es acción: Se volvió un ¡Hágase! continuo. Y aquí estamos. Pero, en relación con sus primeros tres años nuestro señor Presidente ni dijo nada y ni siquiera movió un dedo. Y así está él, con la mitad de su tiempo ido y sin mayores, ni menores, proyectos, acaso porque él creía que cualquiera de ellos era capaz de realizarlo en 15 días, así que lo que tenía de sobra era tiempo.

Y lamentablemente no fue, ni será así.

V I E R N E S

A pesar de que algo he visto, simplemente porque he vivido algunos años y en ellos han aparecido gentes como Hitler y como Mussolini, y también porque me gusta la historia, pocos hombres hemos visto y oído tan soberbios como Bush, que se cree, realmente, Señor del Mundo.

Es posible que lo sea, pero la cosa no es para tanto como él cree.

¿Cuántos pueblos, a través de la historia, han sido lo que el suyo, y cuántos dirigentes de los mismos se creyeron en el pasado lo que él en el presente?

Por cientos los pueblos se han montado en el pasado unos en otros, y todos han caído. El esfuerzo de sus juventudes o de su riqueza acaba por no soportar más y termina. Hipócritamente hablan de la salvación de los pobres buscando, en realidad, la cristalización de sus propias ambiciones imperiales. Algo han tenido siempre aquellos pueblos que se pretenden salvar: Antes tenían trigo. Hoy petróleo.

Lo malo de llegar a la cúspide es que cuando se llega a ella se descubre que allí terminan todos los caminos, y si se mira hacia abajo se comprueba que todos lo siguen, y todos en el futuro quiere decir todos, entre los que va el que de allí ha de sacarlos para cumplir con la historia.

Que vea o no esto el señor Bush apenas si tiene importancia, pero ha sido el destino de todos los grandes pueblos, por grandes que hayan sido, todo porque un día los gobernó el hombre indebido.

S Á B A D O

Cuentan que Mark Twain fue invitado a dar una conferencia en un teatro de Nueva York. Unos minutos después de la hora anunciada, subió al escenario un señor alto, muy correctamente vestido y, desde las candilejas, hizo la presentación del conferenciante, no aparecido aún. Los del público pensaron que aparecería en algún momento preciso de la presentación. El presentador dijo: Señoras y señores: Me causa mucho placer saludar a tan distinguido auditorio por el motivo que debo hacerlo hoy, como es la presentación de nuestro orador. Y debo decirles que esta sociedad organizadora se ha superado a sí misma al invitar a un distinguido huésped a costa de no pocos esfuerzos, que, para satisfacción de ustedes, quiero detallárselos. Aparte el precio de la conferencia, si no exorbitante, sí muy caro, hemos tenido que pagarle el viaje desde casi el otro extremo de los Estados, y la asistencia de los tres días que permanecerá aquí. Habría bastado con un día, pero los escritores son así y se han quedado tres. Todo esto suma una cantidad considerable, pero el hombre a quien voy a presentarles lo merece. ¿Quién de ustedes no conoce a Mark Twain?

El presentador quedó allí, de pie, inmóvil. No entró nadie. Y alguien del público empezó advertir que el que les había hablado era precisamente Mark Twain. Una voz lo gritó y todos lo aplaudieron. La conferencia sólo pudo ser un éxito.

Y D O M I N G O

El mexicano no desconfía de tal o cual hombre o de tal o cual mujer; desconfía de todos los hombres y de todas las mujeres. Su desconfianza no se circunscribe al género humano, se extiende a cuanto existe y sucede. Si es comerciante, no cree en los negocios; si es profesionista, no cree en la profesión; si es político no cree en la política. SAMUEL RAMOS.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 39647

elsiglo.mx