L U N E S
No que no fuera hora de irse. Cien años, por donde quiera que se les mire son muchos años, y Bob Hope los tenía cumplidos. En inglés debe haber sido un cómico estupendo, sobre todo diciendo sus chistes políticos.
A mediados del siglo veinte a mí me hizo reír mucho, cuando formaba trío con Bing Crosby y la Dorothy Lamour.
Dicen que tenía contratado a un grupo de escritores especializados, precisamente, en chistes políticos, que le costaban su buena lana, o más que lana, billetes azules, pero que desquitaba bien porque lo proveían de ésos y otros chistes en tal número que, en sus películas los disparaba como ametralladora, y siempre le quedaba una reserva para la siguiente.
En aquellos años yo pensaba que lo que él hacía deberían hacerlo nuestros cómicos que, con excepción de “Palillo”, que por sus chistes políticos más de una vez del propio teatro se lo llevaban a la cárcel, el resto seguía haciendo los mismos “sketch”, las mismas pequeñas obras, y contando los mismos viejos chistes que hacía y contaba, Leopoldo Beristain, que había sido el cómico de nuestros padres. Pero, o les pagaban muy poco y no podían contratar a ninguno, o no había entre nosotros esa especialidad de guionistas, la cuestión es que quienes aquí íbamos a ver al teatro a las compañías que nos visitaban, todas las cuales traían cómicos, seguimos viendo lo mismo hasta que la tonadillera Emilio Benito nos presentó por primera vez la sorpresa de “Cantinflas” en el “Princesa”.
M A R T E S
Por un lado Fox y por otro el “priismo” no encuentran más qué hacer que lo que hicieron en la última campaña: echarse unos a los otros.
El PRI se empeña en que se investigue lo que hizo o dejaron de hacer los “amigos de Fox”, sin pensar en que sería parejo que, a la vez pidieran que se averiguaran las cuentas de los amigos de cada presidente de la república anterior a Fox, hasta el 29.
Lo único que ganamos con todas estas tonterías, es gastar un dinero del que cada vez el país tiene menos, precisamente porque los últimos presidentes priistas se despacharon con la cuchara grande.
Hay un dato histórico en la España de los Reyes Católicos que cuenta que habiéndola encontrado éstos más pobre que una rata, porque los reyes anteriores fueron tan pródigos que habían regalado su economía a sus favoritos, los reyes pidieron a los nobles que devolvieran lo que así habían obtenido, y aunque parezca increíble, muchos lo hicieron.
Que devuelvan lo que así obtuvieron muchos de nuestros grandes políticos y banqueros podía ser pedido por Fox, pero estoy seguro de que el primero que pondría el grito en el cielo sería el PRI, por la sencilla razón de que la gran mayoría resultarían afiliados al partido que un día fue el partido oficial.
M I É R C O L E S
Aunque no se vea, o precisamente por eso, a nosotros la infraestructura nos ha costado muchísimo dinero, tanto que el país se va descapitalizando como nunca antes. De otra manera, lo mismo la Federación como de los gobiernos de los Estados y los municipios no vendrían contestando a todos como les contestan: “No hay dinero”. “No tenemos dinero”. Y esto con una sola excepción: Ellos mismos, que se pagan bien, que viajan bien, que se hospedan en hoteles de Cinco Estrellas, que beben bien, y no agrego que sin saber lo que beben porque, tantos años de venir haciendo lo mismo, los ha vuelto conocedores. Pero, fuera de eso, es decir, fuera de ellos mismos, no hay dinero para nada más, ni para carreteras federales, ni para calles municipales, y menos en las colonias nuevas y pobres, lo que contribuye, en todas partes, a que el desempleo no disminuya. Al contrario, aumenta.
Por otra parte, se tarda tiempo en aceptar lo que está a la vista de todos. La señora esposa de nuestro señor Presidente de la República ha, por fin reconocido, que “hay rezago educativo”, lo que quiere decir que, por fin, esto lo reconocerá también el señor Fox, a quien se lo venían diciendo muchos desde hace tiempo sin que reconociera tal verdad. Ahora vamos a ver qué hace con ella, con la verdad, no con su señora, porque, igual que los Gobernadores y los Alcaldes, se va a encontrar con que “no hay dinero”.
J U E V E S
A mí lo que siempre me maravilló en mi infancia fue aquel acierto que los chicos teníamos para salir un día, sin habernos puesto de acuerdo el día anterior con nadie, llevando en la bolsa lo necesario para jugar lo que a partir de entonces se iba a jugar por una temporada.
Resulta que el día anterior se habían jugado todas las modalidades de las canicas, pues bien, la siguiente mañana todos llevábamos en la bolsa el trompo, pongamos por caso. El mismo del año pasado, menos su cuerda, que apenas íbamos torciendo. Al menos yo, jamás me he explicado tal coincidencia, pues nadie decía al despedirse, o desaparecer sencillamente de grupo para irse a cenar, o porque de su casa le llamaban para lo que fuera: “¡Oigan, mañana comienza el trompo, o el valero”, o lo que fuera y, sin embargo, al día siguiente todos íbamos llegando con el mismo juguete.
Otros juegos hubo que se jugaban en plena calle y para los cuales no se necesitaba sino la propia persona: el burro, pongamos por caso, para el que se necesitaba un voluntario que se pusiera como tal para que los otros, corriendo desde cierta distancia, saltaran y se apoyaran en él para lograr cubrir un mayor trecho.
Como en todo, no faltaba, alguna vez, aquél que no podía resistir la tentación de levantarse y hacerse a un lado cuando el que brincaba iba casi horizontal en el vuelo, y así caía al suelo, del que más de uno se levantó sin dientes, y algún otro dio el susto de su desmayo.
V I E R N E S
Charles Maurice de Talleyrand-Périgord fue uno de los hombres más extraordinarios de su tiempo como político y como diplomático. Basta una breve reseña biográfica para convencerse. Nace de una familia noble en París; a los 25 años es sacerdote y a los 34 obispo; durante la revolución es presidente de la Asamblea; renuncia a la mitra; es excomulgado. Luego es embajador de Francia en Londres; es desterrado; llega a ministro de Asuntos Exteriores durante el Directorio y también con Napoleón. Se casa con madame Gand. Bajo el reinado del emperador Napoleón es gran chambelán y príncipe de Benavento. Con Luis XVIII es ministro plenipotenciario de Francia en Viena y, después, embajador en Londres. Se retracta de sus errores religiosos y firma su sumisión al Papa. Muere en su propio palacio en París.
Se introdujo muy joven en la vida de sociedad. La duquesa de Grammont le recibió como invitado en su casa. Había oído hablar de la clara inteligencia del muchacho y quiso ponerle en un aprieto. Delante de todos le dijo:
Por cierto, señor Talleyrand; sé que ésta es una de las primeras veces que acudís a una fiesta de sociedad.
Exacto, señora.
Por aquí se ha comentado que, al entrar en el salón, habéis exclamado: “¡Ah! ¡Ah!” ¿Puedo preguntaros el significado de esta exclamación?
Era falso que la duquesa supiera nada de aquello. Todos estaban a la contestación del joven Talleyrand. Y él sin inmutarse, dijo:
Os han informado mal, señora. No he exclamado: “¡Ah! ¡Ah!”. Mi exclamación ha sido: ¡Oh! ¡Oh!. ¿Os dais cuenta de la diferencia?
Y, con esto, se ganó la admiración de cuantos estaban escuchando.
S Á B A D O
Ahora que pasan por televisión la vida y obra de los Kennedy incluida la relación que, particularmente John y Robert tuvieron con su Marilyn Monroe y toda la cosa, se me viene a la memoria la generosidad que a veces algunas famosas mujeres han llegado a tener con algunos afortunados hombres, para compensar la discriminación que de ellos hace el Señor que parece tener cierta inclinación de ofrecer sus mejores creaciones femeninas sólo a los ricos o poderosos.
Allá por la década de los setenta en México una artista que entonces estaba de moda, Isela Vega, sólo por capricho se dio al enano Santanón, comentando después que no se arrepentía.
Por su parte, la internacional Sofía Loren en uno de esos días de generosidad recordó que había que amar al prójimo sin distingo de razas y se dejó conquistar por un chinito, comentando después que lo único que aquél supo decirle en plena entrega fue: ¡Ay, quisiela molil aquí!
Y D O M I N G O
El himno mexicano nos emociona, pero no puede resistir el análisis si uno recuerda esa letra de cruel arrogancia que habla de cañones que retumban y sepulcros que se abren. JOSÉ VASCONCELOS