POSTALES CAMINERAS.
En el vuelo, poca cosa. Lo de siempre: Alguien que cree tener algo
que mostrar y se pasa las horas anteriores a la película paseando
por los pasillos del avión una y otra vez.
Por los diarios de México me entero de la muerte del doctor Sodi Pallares que en la Ciudad de México, en su momento, confirmara
mi problema cardíaco y me salvara de los siguientes, gracias a lo
cual puedo hacer lo que ahora hago.
Después de 22 horas pasadas en salas de espera y vuelos llegamos, por fin, a Pamplona, donde ya nos esperaban todos los familiares de Elvira.
Por lo que haya sido, Elvira y yo fuimos de los cuatro que los aduaneros supusieron que podíamos llevar productos hechos con leche, que hoy no dejan entrar ni a tiros, y no nos dejaron salir hasta revisar nuestro equipa-je. Por supuesto que no iban a encontrar lo que no iba en ellos; pero, a una ecuatoriana que llevaba una buena carga de quesos, no le dejaron ni uno.
Todo eso retrasó el momento de los abrazos que, al salir, todos nos dimos y repetimos en casa, de la que salimos rumbo a Aibar, que no Eibar, como te había dicho esta memoria que ya me falla más de lo tolerable, y correspon-de a Navarra.
En una pared casi exclusiva de este pueblo existe desde hace años, desde la última vez que él cantara aquí, o desde que muriera, una especie de ex voto de Jorge Negrete, el cantante mexicano de
quien son sus fans todos los habitantes de este pueblo, como lo son de la mú-sica mexicana, pues esta feria de su Patrona, de no ser
por el vestuario de todos ellos, pantalones y camisa blanca con faja
y mascada roja al cuello, se diría feria mexicana, ya que en ella toda
la música que se tocó, por un mariachi formado por músicos y cantantes españoles fue mexicana, luciendo nuestra bandera al fondo a todo el ancho del escenario.