Torreón Acoso escolar Torreón Agua Saludable Sistema Vial Abastos-Independencia Virgen de Guadalupe

MIRAJES

Por Emilio Herrera

L U N ES

Ayer, día doce de octubre, hace 511 años, ocurrió lo que durante muchos años fue llamado, Día del Descubrimiento, y ahora Del Encuentro, aunque en este caso no hubiera habido choque, los choques entre unos y otros vinieron después, entre los que estaban y los que llegaron, cuando estos últimos se dieron cuenta de que los adornos que los primeros traían en narices y orejas eran de oro, lo que los aborígenes no sabían, para ellos aquello era algo caído del cielo.

Colón se fue cuanto antes a dar noticias personales de su descubrimiento, primero, para que le fuera reconocido; segundo, para que le fuera agradecido y, por último, cumplidos por los reyes todos los honores que se le habían ofrecido en caso de resultar cierto lo que por varios años había venido afirmando, si no a todo mundo sí a quien quería oírle.

Como consecuencia de su viaje resultó que Villa de Navidad se quedó sin su autoridad, y quienes la suplieron no tardaron en discordar, unos, los pacientes siendo partidarios de esperar el regreso del “jefe”; otros, los impacientes, por ir cuanto antes a hacer su propio descubrimiento de dónde estaba aquel oro, o dónde caía del cielo, con el que los indígenas hacían sus adornos faciales, cuyo valor desconocían de tal manera que los recién llegados podían obtener de ellos dándoles en pago cuentas de vidrio.

Y así se fueron conociendo.

M A R T E S

El amanecer del primer día en tierra extraña, el primer “buen día te dé Dios” en una tierra que nadie conocía, nueva para todos, donde caras extrañas muy morenas les observaban desde sus escondrijos vegetales, debe de haber sido cosa seria.

Porque, resulta que al final de cuentas, ellos mismos, entre sí, no eran amigos. A la mayor parte les había reunido la necesidad de su pobreza, a otros la esperanza – aquella cosa del ¿“y si resulta cierto lo que este loco o iluminado, lo que ustedes quieran, dice”? – y, a muy pocos, el deseo de la aventura, amén de los nombrados por los reyes para que cuidaran sus intereses.

Muy bonitos la vegetación, las aves coloridas, los animales del campo, el mar desde este otro lado, pero, ¿dónde los amigos, la taberna, los hermanos, los padres, el hogar? ¿Y las novias, las esposas, las mujeres?

Sí, este primer día en verdaderamente “otro mundo” debe haber sido algo serio? Todos sabían que dependían uno de otro, pero, también, que la tierra les devolvía la libertad de acercarse a quien quisieran, así como de rehuir a aquellos con quienes no simpatizaban; no estaban más en la estrechez de la carabela, sino en la amplitud del mundo nuevo donde el que quisiera podía recobrar su soledad y, con ella, la nostalgia por los suyos y la humedad de la lágrima pensando en ellos.

Nuevo mundo, trece de octubre de 1492, ¡qué día!

M I É R C O L E S

Buscar la verdad es un largo empeño del hombre.

Conversaban un día Confucio y Lao Tse, y aquél le dijo a éste que toda su vida la había dedicado en buscar la verdad.

Pero, si buscar la verdad, le dijo Lao Tse, es un trabajo inútil y tú eres el primero en desear no encontrarla. ¿Qué quieres que haga la gente con la verdad?

Dices que buscas la verdad, y tú sabes muy bien que la verdad no se encuentra buscándola, porque no está escondida, sino alrededor nuestro, en todas las cosas. No hace falta buscar la verdad. Lo único que hace falta es creer en ella, creer que es verdad todo lo que existe.

Confucio le argumentó que los hombres mentían.

Y la mentira de los hombres son sus verdades, le dijo Lao Tse, como la verdad del cielo es el azul y la verdad del viento es el ruido que hace entre las hojas.

Confucio, después de aquella conversación con Lao Tse, estuvo tres días sin pronunciar una sola palabra, entregado a sus pensamientos.

En otra ocasión una multitud seguía a Lao Tse. Les esperó y preguntó qué querían de él. Le dijeron que querían que les diera buenos consejos. Lao Tse subió a una piedra y les dijo:

“Amigos míos: Si no olvidáis lo que ahora os diré, ningún otro consejo necesitaréis. En vuestras cabezas está todo. Y este todo es la memoria y el olvido. Que la memoria os sirva para acordaros siempre de olvidar todo el mal que os hayan hecho y todo el bien que hayáis hecho vosotros. Sólo tenéis un deber para con los otros hombres: el amor. Y un deber para con vosotros mismos: la indiferencia. Todos los otros deberes, de los que tanto se habla, son fantasía.

Les habló durante muy largo tiempo y les fue repitiendo siempre las mismas palabras. Después continuó en silencio su camino. Nadie le siguió y nadie volvió a verlo nunca más.

J U E V E S

Ahora se quiere que el famoso “pemexgate” (¡y dale con, encima, usar palabras compuestas en inglés, para una cosa tan nuestra como es la deuda petrolera!) lo paguen los trabajadores petroleros. No que no pudieran en los treinta años que les dan tiempo para ello, pero, como que no sería justo, por donde quiera que se le vea. Porque, oiga usted, si los que anduvieron en el ajo de todo esto fueron Montemayor y Deschamps, ¿no son ellos quienes tienen que pagar lo que ello sea? ¡Y no en treinta años! En treinta años no les quedaría nada. Y a lo mejor ni vida, pues tiernos no son.

Aquí parece que el más culpable es Deschamps, hombre cubierto de honores oficiales y de amparos, algo verdaderamente inaudito, y que, al parecer, sólo en nuestro país puede suceder. Pero, sucede que el señor es intocable. De devolver no devuelve un quinto, y de castigo no se le toca ni con el pétalo de una rosa. Y no se trata de un cuento. Es nuestra vida real.

V I E R N E S

Dicen que un nicaragüense, hombre aparentemente pacífico y trabajador, se enfureció cuando al llegar a su casa, pidió de comer y no había qué. No se aclara en la nota correspondiente si oportunamente había dado para el gasto; pero, el hambre es canija y mala consejera, y la reacción del hambriento fue amputar las manos a su pareja, puesto que no las utilizaba en hacerle de comer.

Afortunadamente los mexicanos somos menos irascibles, o de plano no lo somos; pero, además, tampoco creen en milagros, y cuando alguno no da para el gasto, se aguanta el hambre. Aguantador sí es el mexicano, ¡cómo, si no, hubieran soportado no trabajar nuestros millones de desempleados? Y pensando en ellos vuelve a nuestra memoria el famoso “pemexgate”, para cuya deuda se quieren dar treinta años para que se pague cuando recuperarla, pero ya, tanto serviría para crear empleos que dieran qué hacer a estos desempleados, incluidos salarios que llevaran con seguridad algo que comer diariamente a sus mesas.

Es lamentable que todas estas cuestiones de nuestro país se arreglen totalmente aparte unas de otras, de tal manera que no se mire nunca que, económicamente, unas pudieran servir para resolver otras. Total, si Petróleos ya da por perdidos los millones que le escamoteó Deschamps, ¿por qué no se los regala a los desempleados para que ellos recobren como puedan lo que puedan de ellos? A lo mejor resultan buenos cobradores.

S Á B A D O

En el último pliego que recibió Octavio de Cleopatra, la reina de Egipto sólo le rogaba que la enterraran junto a Marco Antonio.

Después, cuando los soldados de Octavio consiguieron entrar a la habitación de la reina, Cleopatra había muerto ya. Nunca se ha sabido ni se sabrá exactamente cómo. Que murió envenenada parece cierto, pues su cuerpo no tenía herida ni señal alguna, dicen. Pero nunca se ha sabido cómo se administró el veneno. Se han dicho distintas suposiciones; que tenía el veneno guardado en un alfiler o en una horquilla de oro; que se mordió ella misma y se introdujo en la herida un veneno de víbora; tal como se hacía entonces para producir una muerte suave; que se hizo morder por un áspid, etc.. Y al decir un áspid, se significa una víbora egipcia con las manchas de la piel de color distinto de las víboras nuestras. Esta es la versión aceptada por los historiadores más competentes. Pero nada se sabe cierto.

Y se supone que el cuerpo de Cleopatra, por orden de Octavio, respetuoso con el último deseo de la reina, fue enterrado en la misma tumba de Marco Antonio. No se sabe cómo era ni dónde estuvo emplazada esa tumba. Si existió, nunca ha sido encontrada. El que un día la encuentre, si todavía existe bajo las arenas acumuladas por el viento de los siglos, hará a los museos y a los investigadores un regalo tan precioso como el que Marco Antonio y Cleopatra hicieron, con su amor, a la historia, a la leyenda y a la anécdota.

Y D O M I N G O

Con la gran mentira del dios blanco y barbado comenzó la biografía de México. Luego resultó que ese dios era sólo un hombre. Y en esa desilusión seguimos todavía. JOSÉ FUENTES MARES

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 55563

elsiglo.mx