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MIRAJES

Por Emilio Herrera

L U N E S

El caso de Ciudad Juárez es como para avergonzar a todos los mexicanos. ¿Cómo es posible que hasta la fecha no se haya descubierto a los culpables de tantos asesinatos, y menos castigarlos? Esto de la falta de castigo, la seguridad de la impunidad de quienes infringen la ley, es increíble. Si el primer crimen o secuestro se hubiera castigado, los siguientes no hubieran sucedido.

Cosas como éstas sólo pueden pasar donde los criminales estén de alguna manera coludidos con las autoridades. O donde las autoridades sean tan inútiles que lo que se debe hacer con ellas es desemplear-las, correrlas, cambiarlas por otras nuevas.

Pero, resulta que tampoco las federales ayudan como se supondría, con eficacia. Han ido, pero parece que tan malos son los pintos como los colorados. ¿Es posible que una ciudad, y un país, se gaste el dinero que tiene que gastarse en nombre de su seguridad para que sus habitantes no tengan ninguna? Santiago Creel lo único que ha podido ofrecer a los familiares de las víctimas es una audiencia con el señor presidente, sin saber para cuándo, como si quienes fueron en pos de justicia tuvieran todos el dinero suficiente para sobrevivir en aquella capital el tiempo necesario para que Vicente Fox encuentre el tiempo para recibirlos. Pero, además, el caso es tan conocido que lo único que se necesita es voluntad para atacarlo hasta el final; es decir, un sí o un no franco y claro.

M A R T E S

Allá por los años treinta, cuando yo leía novelas escritas en los veinte por el novelista español Luis de Val, que había sido amanuense de Blasco Ibáñez y aprendido a escribir novelas cuando éste, dictándole, se quedaba dormido, y él seguía, por su cuenta, la trama de la narración; entonces, digo, Luis de Val ya ponía en guardia a sus lectores sobre “el peligro chino”, que según él comenzaría cuando éstos se pusieran en marcha y lo invadieran todo.

El tiempo, ya lo hemos visto todos, pasó y nada; pero, ahora, casi un siglo después, la predicción parece que comienza a cumplirse. Por lo pronto a nosotros nos metieron buen susto con aquello de los zapatos; pero, lo importante es que van representando un competidor para todo mundo, en materia de textiles, por ejemplo, le están quitando mercado a la Unión Europea, a Canadá, a Honduras, a Corea del Sur, a Indonesia, Filipinas, Tailandia y otros, y a México no se diga.

En Textiles no andábamos mal. Cuando la última guerra mundial de todas partes vinieron a comprar-nos telas. No necesitamos de nadie para perder un mercado internacional que se nos abría de pronto; nosotros mismos nos bastamos cometiendo al respecto todos los errores posibles con una falta de seriedad increíble, y de honestidad en muchos casos.

Ahora se trata de no perder lo poco que nos queda, y eso sólo se puede lograr haciendo bueno el viejo lema no alcanzado: “Lo hecho en México está bien hecho.”

M I É R C O L E S

No sabe usted, mi estimada señora de Arroyo, el gusto que me da, en primer lugar, saberla mi lectora y, en segundo, su noticia de que el Restaurante “Los Caracoles” de Barcelona sigue abierto todos los días del medio día a la media noche, con lo cual, independientemente de sus “habitués”, miles de turistas seguirán teniendo la oportunidad de visitarlo, disfrutar de su magnífica cocina y salir de él, como decía uno de mis compadres, chupándose los dedos, por si en ellos se perdía un poco del sabor del queso postrero. Mi paladar, que es agradecido, no había, ni ha, olvidado los sabores en ellos disfrutados, y no sé cómo puede haber alguien que sueñe en un futuro en el que le sirvan a usted tres pildoritas y ya esté comido; pero, mi memoria que cada día se vuelve más desmemoriada, después de siete años que Elvira y yo no visitábamos aquella ciudad no recordaba la ubicación del restaurante, y así cuando le propuse a mi joven amigo Humberto ir a ellos a comer, y me dijo que ya no existían, no lo dudé influenciado, acaso, porque en estos últimos años los cierres de viejos y nuevos negocios en nuestra ciudad es cosa de todos los días.

Así que, como digo, la noticia de que permanece sirviendo a todo mundo como siempre y, no sé, pero, a lo mejor, si la cosa no es muy tardada, por una vez más vuelvo a ser uno de sus comensales, porque, ¿quién se resiste a la invitación de la tarjeta a colores del propio restaurante que usted me envía con la noticia de su supervivencia, y en la que en una mesa lucen los vegetales, los corderos, los pollos, los peces, las langostas, las frutas, los vinos y los jamones colgados del techo? A lo mejor. Tiempo al tiempo. Déjeme decirlo como Pedro Vargas: Muy agradecido, muy agradecido, muy agradecido.

J U E V E S

Cuenta la historia que Luis XV contrajo matrimonio con María Leszczynska de Polonia. Ella era muy joven cuando se casó; no había cumplido los dieciséis años. El cortesano promotor de la boda fue el duque de Choiseul. Y el mismo duque anuncio al rey Luis XV la llegada de María.

El rey le preguntó qué le había parecido la delfina, y que si tenía un pecho bonito. Choiseul tragó saliva y todo confuso le dijo que no se había atrevido a prestar atención a tal detalle. “Pues debías haberlo hecho”, le reprochó. A una mujer se le juzga siempre empezando por el pecho.

Parece ser que esta frase del rey se propagó y que, desde entonces, en la corte de una mujer con el pecho bonito se decía que tenía “un buen juicio real”, y si de una mujer se decía que, aunque bonita, no llegaba a merecer un “buen juicio real”, significaba lo contrario: que su pecho era deficiente o excesivo, pero sin la debida proporción.

Muerto Luis XV, en la Plaza de la Concorde se levantó un monumento con la estatua de él a caballo. En el pedestal estaban representadas las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.

Alguien al ver aquello exclamó: ¡O tempora, o mores! No era una exclamación muy original, pero bastó para llamar la atención. Y a los que le preguntaron el motivo que le inducía a lanzarla, señalándoles el monumento, les dijo: “¿No lo veis? ¡Las virtudes a pie y el vicio a caballo!

V I E R N E S

No hay fecha que no se llegue ni fiesta que no se cumpla, dicen, y dicen bien. Vean: Aquí están ya las peregrinaciones. Haga frío o calor, llueva o truene, como también el mes de diciembre ha cumplido con su cita y se estrenará mañana, los peregrinantes comenzarán a dejarse ver.

La ciudad, es cierto, no está en esta ocasión para estas cosas, pero las tradiciones son las tradiciones y hay que cumplir con ellas. Además, hasta los médicos están de acuerdo en que caminar es bueno no sólo para mantenerse en forma sino para el corazón, y muchos de los peregrinantes esto de peregrinar es el único ejercicio que hacen en todo el año, ¡a ver quién es el guapo que va a quitarles la oportunidad de hacer su único ejercicio anual!

Las calles de la ciudad, como se dijo, no están como debieran, cosa que aceptamos porque sabemos que todo lo que se viene haciendo en ellas se convertirá mañana en mejoramiento para el tránsito de automóviles y del propio transeúnte, pero, por lo pronto, yo creo que este año los peregrinantes se las van a pasar negras. Por una vez en lugar de en la Alameda o en el Parque, debieran citarse en el propio templo, aunque, claro, no sería igual de divertido. En fin, ellos son los que sortearán los agujeros, las zanjas y los montones de tierra. Allá, pues, ellos.

S Á B A D O

Un rey hubo, allá por la Edad Media, y cómo él habrá habido muchos en todas partes, antes y después, que apasionado por la guerra, no dejaron de hacerla hasta quedar más pobres que una rata. La mayoría no volvió a levantar la cabeza, pero éste tuvo la humildad de aceptar a un buen administrador que controlara su genio, sus gastos y, sobre todo, a sus barones, metiéndolos en cintura, y además, lo dejó contratar a más de cien expertos, la mayoría de ellos procedentes de otras naciones, “para mejorar la agricultura, la explotación de las minas, la artesanía y la red de caminos”. Con lo cual aquel reino recobró su economía.

Muchos otros gobernantes, seguramente, han tenido que recurrir a otros buenos administradores para salir de situaciones por el estilo. Porque, salvo excepciones, los gobernantes son buenos para manejar hombres, y a veces hasta para escogerlos, pero no todos para administrar. Cuando lo admiten, buscan a quien los saque del apuro aconsejándole cómo administrar al país.

Nadie esperaba que Vicente Fox fuera un mago, pero sí que tuviera el suficiente criterio como para buscar a buenos administradores que lo asesoran para que el país no siguiera resbalando hacia la pobreza.¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué no lo hace?

Y D O M I N G O

El trabajo redime a los hombres y salva a los pueblos.

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