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Misceláneas

Sergio Sarmiento

“Nuestra vida se pierde en los detalles... Simplifica, simplifica”.

Henry David Thoreau

Como ocurrió a fines del 2001, la Reforma Fiscal está en camino de convertirse en una simple miscelánea. Las propuestas que los partidos están empezando a manejar son todas lamentables. Olvidan que el propósito fundamental de una Reforma Fiscal es simplificar el sistema de impuestos y hacer más competitiva a la economía mexicana. En lugar de eso buscan complicar el sistema y debilitar nuestra competitividad.

La propuesta que el PAN presentó el 16 de diciembre ante la Comisión Permanente del Congreso no es más que un remedo de la que dictaminó la Comisión de Hacienda hace algunas semanas y que ya fue derrotada en el pleno el 11 de diciembre. El cambio de nombre del Impuesto de Enajenación e Importación de Productos por el de Comercialización de Bienes y Servicios Específicos no implica ninguna modificación sustancial.

La propuesta del PAN, como fue la que surgió del dictamen de la Comisión de Hacienda, es un aumento de impuestos disfrazado por un sistema fiscal más complejo. Si en la propuesta original del presidente Fox se compensaba la aplicación del IVA a alimentos y medicinas con la baja de la tasa general y la simplificación general del sistema, ahora simplemente se propone cobrar un impuesto adicional a medicinas y alimentos, el cual será difícil de administrar porque se aplicará a toda la cadena de producción e importación pero no al producto final.

La propuesta de los panistas tiene por lo menos la ventaja de que sí recaudará una cantidad cercana a los 90 mil millones de pesos que el Gobierno y sus diputados parecen haberse puesto como objetivo. Las que están preparando los priistas de Emilio Chuayffet y los perredistas ni siquiera cumplen con ese propósito. Estos grupos piensan que acumular buenos propósitos es suficiente para reemplazar una buena política fiscal.

Algunas de las medidas que sugieren los priistas y perredistas para aumentar la recaudación son meros juegos aritméticos. Aumentar el precio promedio del petróleo en el presupuesto, de un históricamente alto 20 dólares por barril, es poner en riesgo toda la estructura de gasto para el año que viene. Si el precio del petróleo cae por debajo de ese cálculo, el Gobierno tendrá que recortar su gasto. Pero no es lo mismo presupuestar desde el principio una menor cantidad que recortar gasto de último momento, cuando ya los programas gubernamentales se han empezado a desarrollar. Los recortes dejarían inconclusos una serie de programas y significarían un fuerte desperdicio de recursos en proyectos que se quedarían a medias.

Entre las propuestas que también están manejando priistas y perredistas está la de aumentar el déficit oficial de gasto público para el año que viene del 0.3 por ciento del producto interno bruto a un 0.5 por ciento. Parece poco pero se olvida que el déficit real -a diferencia del oficial- es cercano al 3 por ciento del PIB: estamos hablando de un monto de alrededor de 200 mil millones de pesos que se añade año con año a la ya elevada deuda pública.

Los perredistas, influidos por la retórica de Andrés Manuel López Obrador, piensan que se pueden ahorrar grandes cantidades de dinero reduciendo los sueldos de los altos funcionarios. La verdad es que una disminución de estos sueldos tendría un impacto muy pequeño en las finanzas públicas y en cambio sí haría difícil encontrar gente capacitada para las responsabilidades más importantes del Gobierno. Claro que se puede hacer un recorte muy importante al gasto corriente, pero esto supone despedir a cientos de miles de burócratas, lo cual sería políticamente inaceptable y llevaría en el primer año a un gasto muy grande en indemnizaciones.

Por otra parte, pretender que se puede mejorar la eficiencia recaudatoria de Hacienda sin cambiar las reglas -como las distintas tasas de IVA- que dificultan esa recaudación es no entender la realidad. Sin embargo, son muchos los políticos que piensan que sólo se requiere voluntad de los altos funcionarios para mejorar la recaudación.

Todo parece indicar que la Reforma Fiscal ya está muerta. Los políticos están jugando a ver quién impone su miscelánea fiscal, algunas de las cuales son menos malas y otras simplemente desastrosas. La idea, sin embargo, de que podíamos tener este año una reforma verdadera, que simplificara nuestro sistema fiscal, hiciera más competitiva a la economía nacional y generara más inversión y empleos, debe darse por muerta.

Sobre las rodillas

Hoy inicia el período extraordinario del Congreso. En menos de dos semanas debe decidirse qué impuestos pagaremos los mexicanos el año que viene. Pero no nos hagamos tontos. Una vez más se está legislando al vapor y sobre las rodillas.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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