Silvia Tcherassi se coloca como una de las promesas en cuanto a diseños se refiere, en el país cafetalero
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BOGOTÁ, COL.- Un sostén sobre un escritorio del Consulado, un corsé en la oficina del agregado cultural, unas medias de seda cuelgan de una puerta. Escena sensual, pero no de amoríos ni sueños rebeldes, sino de refinadas costuras.
Para deleite de los ojos masculinos, decenas de esbeltos y tornasolados cuerpos de mujeres semidesnudas deambularon por la sede del Consulado de Colombia en Milán.
Ellas le sirvieron a la diseñadora colombiana Silvia Tcherassi para zurcir las puntadas finales de sus trajes de la colección otoño-invierno 2003, con telas brillantes y rugosas que simulaban ser raíces y cortezas de árboles otoñales acompañadas de las hojas que caen en estaciones frías.
Su presentación de tonos malva, ocre, uva, chocolate y mostaza cautivó las primeras planas de los diarios en la semana de la moda en Milán, una de las más importantes pasarelas del mundo, adonde llegó por primera vez una latinoamericana.
“Tuve la oportunidad de conocer a Silvia en Milán y quedé impresionado por sus diseños elegantes y casuales. Fue un placer ver a alguien tan determinado y dedicado a su trabajo”, dijo a Reuters Giorgio Armani, quien envió una calurosa carta de felicitación a Tcherassi por su presentación y le extendió una invitación personal a su desfile.
¿Por qué esta colombiana de 38 años está cautivando a un mundo tan exclusivo como el de la moda con diseños muy sensual? “Porque Silvia, además de tener una personalidad con mucha fuerza, ha logrado fusionar la cultura latinoamericana y la tradición de la costura europea. Es un ejemplo de sastrería y creatividad”, explica Stefano Dominella, presidente de la Cámara de la Alta Moda de Roma.
“Silvia ha comprendido muy bien las reglas del juego de la moda, entre ellas, la capacidad de seleccionar los conceptos básicos de su propuesta para hacer de su moda un producto internacional”, agrega Francesco Scianni, catedrático de moda en la Universidad de Florencia.
La mujer que “viola” sus telas
A diferencia de los cientos de diseñadores con propuestas muy alternativas y exóticas, ella prefiere conservar la enseñanza de uno de sus maestros, Oscar de la Renta: “El éxito de un diseñador es poder seducir a un fotógrafo con una colección en la que todo lo que muestres se pueda vestir”.
Por eso Silvia, cuyas creaciones se venden en Nueva York, París, Miami, Panamá, Caracas y Arabia Saudita, viste a famosas como Carolina de Mónaco, Hillary y Chelsea Clinton, la reina Noor de Jordania y Sofía Vari.
Confiesa que sólo hasta hace unos años le perdió el respeto a las telas que compra anualmente en la feria textil francesa Premier Vision -una de las más importantes del mundo- y en el poblado italiano de Como.
“Antes, llegaban las telas y no sabía dónde ponerlas porque para mí eran como una porcelana. Hoy las envejezco, las desfleco, las rasgo”.
Pese a que estudió diseño de interiores en la Universidad Autónoma del Caribe, en Colombia, Silvia se dejó seducir por los pasillos del modelaje y empezó a respirar ese aire de moda tan impregnado en Europa, mientras estudiaba inglés en Cambridge.
Los atuendos que veía en los Campos Elíseos y en Trafalgar Square, donde pasaba tardes enteras sentada en una banca, así como frente a la famosa tienda Harrods, comenzaron a tejer en ella la idea de elaborar trajes refinados y muy femeninos.
La alucinaban las pieles del invierno y los ocres y rojizos del otoño, pero Silvia, con el calor del trópico enraizado en su personalidad, prefiere la primavera, con sus ropas ligeras y provocativas para relucir el blanco, su color favorito.
Luego de su periplo europeo, esta mujer que no sabe usar una máquina de coser se lanzó a elaborar trajes de lino hasta conquistar la seda, la organza y el chifón.
Por lo femenino
“Me guío por lo femenino. Toda mujer a la que le guste ser mujer es seductora. Siento que soy una mujer de contrastes: me gusta combinar lo clásico con lo vanguardista, lo sofisticado con lo casual”, afirma Silvia, quien se inspira en musas anónimas que ve pasar por las calles de cualquier ciudad.
“Hay que ser mujer, así sea en tiempos difíciles como éstos, donde la moda va más a lo seguro porque la gente no se quiere arriesgar, y por eso los diseñadores sabemos que un pantalón clásico y una chaqueta tradicional se venderán”, explica.
Silvia, admiradora de Armani, Tom Ford y Miusa Prada, dice ser una mujer de riesgos a quien le gusta ser sensual, pero sólo hasta donde los límites de la elegancia se lo permitan.
Y eso es quizá lo que más cautiva a sus mayores compradoras: las mujeres de Arabia Saudita, cuyas pieles permanecen religiosamente ocultas. “Las árabes son mis mejores clientas porque se visten para las otras mujeres y por eso son muy competitivas y quieren siempre exclusividad”, dice Silvia.
“El hecho de que sean tan reservadas y se abstengan de lucir sus cuerpos ante los demás hace que por lo menos quieran vestirlos bien”, agrega.
Los críticos coinciden en que Silvia, ganadora del premio New Star in Fashion otorgado en Miami en el 2001, tiene muchas fortalezas, pero aseguran que mantener la disciplina, el tesón y la suerte no es fácil. Sin embargo, confían en que ella, al igual que otros diseñadores colombianos, está en el camino correcto por su férrea voluntad de llegar muy alto.
“En dos o tres años, los colombianos van a cumplir un papel fundamental en el mercado internacional de la moda porque han conquistado rápidamente plazas muy importantes”, concluye Scianni.