Viena, (EFE).- La austríaca Elfriede Blauensteiner, conocida como "la viuda negra" por buscar a hombres mayores necesitados de cariño mediante anuncios y luego, tras conseguir su herencia, envenenarlos, murió el sábado a los 72 años de edad en un hospital.
Así lo confirmó a la prensa local Wolfgang Kunz, director de la cárcel Schwarzau am Steinfelde, al sur de Viena, en la que Blauensteiner cumplía desde 1997 una condena de cadena perpetua.
Las autoridades austríacas no han desvelado todavía el hospital donde murió la mujer y tampoco las razones de su muerte, aunque el semanario vienés "News" había informado recientemente que Blauensteiner tenía un tumor cerebral.
El caso de la "viuda negra" causó conmoción nacional e internacional en 1996, cuando se descubrió que Blauensteiner había matado almenos a cinco hombres, aunque nunca fue enjuiciada por todos sus supuestos crímenes.
La "viuda negra" fue condenada primero por la muerte del jubilado Alois Pichler, de 77 años, en 1995, y dos años después, en 1999, por el asesinato de su vecina Franziska Koeberl y el de un amigo suyo, Friedrich Doecker.
En los primeros interrogatorios tras su detención, Blauensteiner confesó varios asesinatos entre sus compañeros sentimentales, a los que conoció por medio de la sección de anuncios por palabras en los periódicos, aunque luego se retractó.
Sin embargo, una de sus supuestas víctimas, un anciano de 83 años a quien la "viuda negra" se creía que había robado varias libretas de ahorro, falleció de cáncer.
La prensa sensacionalista austríaca trazó un retrato de la acusada como una obsesa de los casinos, que se deshacía supuestamente de sus compañeros administrándoles calmantes y fármacos que reducían el nivel de azúcar en la sangre y terminaban por provocarles la muerte.
"No ambiciono el dinero. Sólo maté a quienes merecían la muerte", explicó la viuda durante los primeros interrogatorios a los que fue sometida.
La Justicia investigó en su momento la muerte del marido de Elfriede Blauensteiner, quien tuvo que ser hospitalizado ocho veces y cuyo cuerpo la viuda mandó incinerar contra los deseos del resto de los familiares antes de cobrar dos seguros de vida.
Sus vecinos la describían como una mujer generosa que hacía donativos a causas infantiles o regalaba alfombras a sus conocidos.
No podían sospechar que era la misma mujer que luego confesaría a propósito de Pichler: "es cierto que le maté. Le odiaba. Era repugnante verle beber siempre de su feo vaso de metal y cómo se le caía el té por la comisura de los labios".
Tanto le odiaba que decidió envenenarle diluyendo una noche en el té antidepresivos, que le provocaron una larga agonía, que terminó con su muerte en la bañera.
La viuda llamó entonces a un médico de urgencia y a su abogado, que la había ayudado con otros testamentos y al que la Justicia condenó por complicidad.
En su última comparecencia pública, ante un Tribunal de Apelación de Viena, Blauensteiner señaló: "`Enciérrenme! Déjenme en la cárcel hasta que muera".