Barcelona (España), (EFE).- La muerte de Copito de Nieve en el Zoológico de Barcelona, víctima de un cáncer de piel que padecía desde hacía varios años, ha dejado a los ciudadanos y a la ciencia sin el único caso conocido en el mundo de albinismo en gorilas.
Copito de Nieve, que murió a primeras horas de ayer, sufrió un empeoramiento de su salud el pasado miércoles.
En las últimas semanas, tras darse a conocer la enfermedad terminal del gorila, miles de personas acudieron a despedirse del peculiar animal, que ha vivido en el zoológico de Barcelona desde 1966, convirtiéndose en uno de los símbolos de la ciudad.
A Copito de Nieve se le diagnosticó en 2001 un cáncer de piel, del que fue intervenido en tres ocasiones y del que fue tratado por un equipo médico de prestigio.
Según el jefe de veterinarios del parque zoológico de Barcelona, Jesús Fernández, el cáncer que afectaba al gorila blanco no entorpeció su calidad de vida y sólo "en los tres, cuatro o cinco últimos días" comenzó a dar muestras de dolor, que en las últimas horas había ido en aumento.
Tras su muerte, el cuerpo del gorila, cuyo nombre era Nfumu Ngui ('gorila blanco' en lengua fang), fue trasladado al departamento de Veterinaria del Zoo de Barcelona, a fin de practicarle una necropsia.
Copito de Nieve no será disecado ni expuesto en un museo, como se había especulado, y sólo se conservarán algunas muestras de su cuerpo con fines científicos, mientras que el resto será incinerado.
Ya se ha realizado un molde de su cara, manos, pies y pecho con vistas a hacer una escultura "hiperrealista" de este gorila, que se convirtió en uno de los símbolos de Barcelona y que tuvo 21 hijos y siete nietos, todos ellos negros.
Con La muerte de este ejemplar, desaparece el único caso conocido en el mundo de albinismo en gorilas, que llegó incluso a ser portada de la revista "National Geographic".
Copito de Nieve, que fue capturado en Guinea Ecuatorial, tenía unos 40 años, medía 1.63 centímetros y pesaba 180 kilogramos.
A lo largo de su vida, tuvo una veintena de hijos, todos ellos gorilas negros, de los que sólo cinco viven cinco, Machinda, Ntao, Kena, Bindung y Virunga, después de que hace unos meses muriera Urko.
Una carambola épica es la razón por la que el gorila llegó al zoo de Barcelona, recuerda en un libro el etólogo que le trajo a esta ciudad española, Jordi Sabater Pi.
El 1 de octubre de 1966, un grupo de guineanos organizado por el granjero Benito Manie decidió abatir a un grupo de gorilas que se comían los frutos de su plantación y, tras disparar a una hembra, encontraron al pequeño entre los brazos de su madre muerta.
Aquel cachorro blanco despertó el interés de sus captores, que lo vendieron a Sabater Pi, director del Centro de Adaptación y Experimentación Zoológica de Ikunde, una institución que dependía del Zoo de Barcelona y dedicada a estudiar la fauna de antigua colonia de España en Africa.
El pelo blanco, la piel rosada y los ojos azules de Copito le convirtieron en un ejemplar único que pesaba 8,75 kilos y tenía, cuando lo encontraron, toda la dentadura de leche completa.
Desde su nacimiento, el gorila sintió los achaques del albinismo, una carencia de melanina, el pigmento responsable del color negro de la piel, el pelo o las plumas de los animales.
Sus problemas de visión, así como una dermatosis crónica, le hubiesen impedido sobrevivir en la selva, afirma Jordi Sabater Pi.
El gorila llegó a Barcelona el 1 de noviembre de 1966 y, desde el primer momento, despertó una gran expectación entre el público y los científicos, que intentaron sin éxito obtener otro ejemplar de gorila albino.
El avance de la edad del gorila hizo que disminuyera el interés científico por obtener descendencia albina e incluso en 1997, cuando resonaban los ecos del éxito de la oveja Dolly, se desestimó la clonación de Copito.
Fue en septiembre de 2001 cuando el gorila fue intervenido quirúrgicamente para extirparle una llaga originada por un tumor localizado en la piel del pecho del animal, una dolencia que dos años después se ha reproducido y le ha causado la muerte.