Muy atrás quedó el jóven inquieto y deportista, la mariguana, pastillas y otras drogas casi acaban con El Sapo
GÓMEZ PALACIO, DGO.- Jesús Alberto nunca se imaginó que una “muestra gratis” de mariguana le saldría tan cara, sólo tenía 14 años, estaba en secundaría y quería ser aceptado por sus amigos. Ahora tiene 30 años, su adicción lo envió al Cereso en el 2000 por un asalto, salió libre el viernes 20 de junio, cuatro días después fue detenido por la policía por “actitud sospechosa”.
Tras las rejas de “La Leona”, Jesús, también conocido como “El Sapo”, grita para llamar la atención: “Amigo, ayúdame, me trajeron porque traía dos pantalones que me regalaron, ya me falta poco para cumplir, sólo quiero salir para ir con mi familia”.
Desnudo del torso, con tatuajes visibles en un cuerpo muy delgado y maltratado, el cabello largo, barba desaliñada y sus ojos de color verde, “El Sapo” está irreconocible, el adolescente que jugaba basquetbol en la “Ricardo Flores Magón” quedó atrás, las drogas se encargaron de transformarlo.
Este 26 de junio se conmemora el Día Internacional contra el Abuso y Tráfico Ilícito de Drogas, Jesús no se interesa en eventos protocolarios, pero piensa un poco y accede a compartir su experiencia.
“La primera vez probé mariguana, tenía que hacerlo para pertenecer a los “Scorpions”, después me incliné por las pastillas y ahí me quedé, ya al último también probaba la cocaína”, dice “El Sapo”.
En 1987, Jesús Alberto tenía los privilegios de vivir con una familia acaudalada, vestía bien y siempre tenía dinero en la bolsa, al conocer las drogas, el efectivo fue insuficiente y tuvo que buscar más.
“Empecé a robar en mi casa, primero unas monedas y después vendía joyas o aparatos electrónicos, lo mismo hacía con la demás familia, hasta que perdía toda su confianza”.
“El Sapo” siempre deambulaba por las calles de la colonia Bella Vista y sus alrededores, su estado de intoxicación era evidente, los efectos de la droga se manifestaban en su temperamento agresivo que ahuyentaba a los transeúntes o los viejos conocidos.
Los especialistas dicen que en la familia se encuentra el apoyo primordial para enfrentar este tipo de problemas, pero el principal obstáculo es la negación. “Mis papás pensaban que la “loquera” se me iba a quitar, que sólo era por la adolescencia, pero a los veintitantos todo fue peor”.
El padre de “El Sapo” acudió a la violencia, las tremendas palizas buscaban causar algún efecto, las tundas fueron inútiles y entonces acudieron al tratamiento.
“Estuve como tres o cuatro veces en los centros de integración, una vez me estaban controlando con unas pastillas, pero un día me dejaron solo y que me las echo todas, ahí pensé que no tenía remedio”.
Tiempo después, “El Sapo” acudió a un centro cristiano de rehabilitación, dice que no le gustó, que era como estar en un Cereso y además todos se drogaban a escondidas.
Un día, la fuerza de voluntad de Jesús Alberto tuvo resultados, duró más de un año sin tomar alcohol y consumir ninguna pastilla, consiguió un trabajo en una televisora y todo marchaba bien hasta que llegó la época de las posadas.
“En la posada del trabajo tomé vino, y con eso tuve, me volví a desesperar por la droga y todo valió m...”, señala “El Sapo”.
A pesar de sus problemas, Jesús formó una familia. “Antes de entrar al Cereso mi hijo tenía seis meses, por eso quiero ir a verlo, apenas acabo de salir y me tienen aquí”, comenta mientras patea la pared de una celda de la Policía Preventiva.
“El Sapo” dice que no todo en él es malo, todavía recuerda sus estudios y se define como rotulista y sabe impermeabilizar azoteas, “no más falta que nos den chamba”.
Al término de la plática, se logró gestionar la libertad de “El Sapo”. Se comprometió a no volver a la cárcel, los celadores dicen que lo verán pronto, él guarda silencio y al cruzar la puerta de “La Leona”, dice: “Sólo necesito ayuda, que alguien me ayude para volver a empezar”.
Información vs. drogas
Para participar en la lucha contra las drogas, los jóvenes de secundaria y preparatoria cuentan con la información sobre los daños que se pueden presentar en su organismo. Al final, la decisión está en sus manos, estar en armonía o vivir en el abismo.
En un sondeo realizado con 14 alumnos, se logró detectar que el 80 por ciento dice que sí conoce algún tipo de droga. También, el 60 por ciento acepta que conoce a personas que acostumbran consumir sustancias prohibidas.
José Manuel Pérez, de 15 años, alumno de secundaria, se muestra extrañado: “Si son prohibidas, por qué hay gente que las consume, no deberían conseguirlas tan fácil”.
Por su parte, Herminia Herrera, de 13 años, dice que la mayoría de las veces, los que consumen drogas lo hacen por gusto o por curiosidad, “tal vez piensan que se ven bien pero no es así”.
Entrevistado afuera de su preparatoria, Ricardo López, de 17 años, no duda al contestar que los daños ocasionados por las drogas repercuten en el cerebro, el resto del cuerpo y hasta en la familia.
Ivonne Grande tiene 21 años y es ex alumna de la preparatoria, hoy regresó al plantel para colocar un periódico mural alusivo al “Día Internacional de la Lucha contra las Drogas”.
“Debemos hacer más campañas, cuestionar a los padres de familia, ya que en el hogar es donde se inculcan los valores”, comenta la joven integrante de un Comité de los Centros de Integración Juvenil.
Jorge Rosales propone más participación de las autoridades. “Deben tener más cuidado, detectar a los que venden y actuar”.