Catalina es psicóloga y madre de tres hijos menores de cinco años. Cuando estaba en la universidad su ilusión era practicar su profesión. Actualmente trabaja en una institución de servicio atendiendo personas con problemas emocionales, por lo cual se siente realizada como profesionista y satisfecha porque así contribuye con su ingreso a que su familia viva mejor. Sin embargo su horario de 8 de la mañana a 4 de la tarde le provoca sentimientos encontrados. Se siente dividida y culpable ante el poco tiempo que le queda para atender a sus pequeños. Ella y muchas mujeres más nos preguntamos ¿por qué los hombres no se sienten igual al dejar a sus hijos cada mañana porque salen a trabajar?
Conocí a Luisa porque ella cose cortinas en su casa, allá por una colonia marginada al sur de la ciudad. Hace algunos años logró comprar una máquina de coser industrial y en ella comienza su jornada laboral a las seis de la mañana. Vive la doble jornada porque entre el trabajo de su casa y el de las cortinas se le va el día completo. El marido no le ayuda porque dice que él llega muy cansado de trabajar. Sin embargo su ingreso es poco, no tiene seguro social y para ella no hay vacaciones ni aguinaldo.
Fernanda, por su parte estudió también una carrera universitaria en el área de administración. Trabajaba como subgerenta de mercadotecnia en una compañía y cuando decidió embarazarse la despidieron. Ahora su hijo tiene tres años y ella necesita trabajar, sin embargo piensa que será difícil que la contraten, porque además de que es madre, tiene 36 años y desea tener otro hijo. Algunas empresas ven como impedimento emplear a mujeres, y más si están casadas y son madres. Fernanda piensa en la desigualdad en el trato con los hombres y se pregunta por qué algunas empresas piensan que los hijos impiden el desarrollo profesional y la responsabilidad de una mujer y por otro lado con los hombres se piensa lo contrario.
Otras mujeres se han dado cuenta de que es imposible llegar más allá de cierto nivel en la organización de una empresa. Más arriba en la escala, los empleos son para los hombres. Según el INEGI en el primer trimestre del año, 38% de la fuerza laboral está en manos de las mujeres. Pero ese porcentaje se desploma cuando se trata de puestos altos o a nivel ejecutivo. De 155 empresas que cotizan en Bolsa, en sus consejos de administración sólo hay un 4% de mujeres, lo que nos habla de la poca participación de la mujer en la toma de decisiones. En esas mismas empresas, de 310 direcciones generales y de finanzas, sólo el 1.6% está ocupado por mujeres.
Si nos vamos al Gobierno Federal encontramos que hay sólo un 12% de mujeres entre 530 funcionarios desde secretarios hasta directores generales.
En la esfera política, a pesar de que las reformas que el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales garantiza a las mujeres al menos el 30% de las candidaturas, éstas no lograron el mismo porcentaje de curules, aunque alcanzaron su máximo histórico al subir en 4.6%, de 96 a 115 el número de diputadas respecto a la legislatura actual y llegar al 23% del total de las curules.
En septiembre próximo las mujeres estaremos representadas por 45 diputadas del PAN, 38 del PRI, 27 del PRD, 4 del Verde y 1 de Convergencia. Se tiene la confianza de que estas 115 diputadas trabajen para fortalecer la perspectiva de género y tengan entre sus retos garantizar una reforma laboral que distribuya equitativamente las responsabilidades familiares y fije sanciones a los empleadores que exigen el examen de no gravidez o el despido por embarazo. Que su labor se dirija a que la reforma laboral contemple beneficios fiscales para empresas que incorporen acciones positivas en sus políticas laborales, tales como equidad en la promoción de mujeres a puestos ejecutivos y a igual puesto igual salario para hombres y mujeres como está ya estipulado en legislaciones en otros países.
Para los casos de mujeres que tienen que salir a trabajar y dejar a sus hijos, cuando son pequeños, deberán luchar por el reconocimiento económico y social del trabajo doméstico, así como mejorar los servicios gubernamentales para el cuidado de los hijos y diseñar horarios de trabajo acordes a los escolares.
Muchos de los problemas que actualmente vivimos como mujeres son la discriminación en el trabajo, la desigualdad en las oportunidades y el pago, pero sobre todo la violencia para quienes tienen que ir en busca de un trabajo lejos de casa porque en su lugar de origen no lo consiguen. Veamos el caso de las muertas de Juárez, al que finalmente pareciera que ahora sí el Gobierno Federal unido con las autoridades locales ha puesto atención y ha decidido encarar esa dolorosa y vergonzante tragedia nacional. Como lo dijo la Secretaria de Desarrollo Social hace algunos días en la puesta en marcha del Programa Integral de Seguridad para Ciudad Juárez: “Porque aquí desde hace varios años, ser mujer y trabajar significa estar en peligro”.
Las noticias de los problemas económicos de los últimos días no han sido especialmente alentadoras. Tratando de no perder la esperanza, esperamos que ese 23% de diputadas logren la reforma de leyes y la creación de instituciones en favor de la población femenina.
Las mujeres llevamos muchos años en la lucha por la igualdad de género. Hemos logrado grandes avances. Sin embargo falta mucho por lograr. No nos desalentemos y en medio de este caluroso verano sigamos trabajando para la causa.